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Dentro de sus manías inexpresivas; estalló una emoción en su rostro frente a arquear la ceja de la forma más exagerada posible. Algo hacía evidente que no se lo esperaba o sabía cómo responder a la situación, una que él mismo provocó al preguntar. Forzaba los labios bajo aquel nerviosismo e intentaba disimular sin éxito alguno.

—... Entiendo. Uh... Sabes. Tengo que ir...— al no haber palabras, recurrió en un instante a los gestos.

Con las manos señaló una calle cualquiera, a la izquierda de ambos, y procedió a acelerar el paso despidiéndose. Los gestos físicos eran su recurso para no exacerbar la paranoia que tenía, aparentemente sin fundamento.

Llevaba el papel agarrado entre todos los dedos de ambas manos como si de una reliquia se tratase o por lo menos parecía así de fuera, por dentro carecía de contacto social -al menos conocer a una persona- desde hace años. Estaba acostumbrado a trabajar solo tanto tiempo que un trato como aquel se hacía insólito.
Aquel extraño joven y su peculiar modo de actuar, todo parecía justificable: Un turista en la ciudad, que acaba de devolver un celular perdido, acompañado de una extraña. Claro, ¿Quién no se pondría nervioso con algo así? Debía ser un chico bastante introvertido, y socializar tanto debía ser algo difícil para él. Ojalá pudiera ayudarlo, pero, ¿cómo? Fue en ese instante que todo se alineo perfectamente. Sacó de su bolso una libreta y pluma, con lo cual, rápidamente anotó algo. — ¡Toma! No dudes en llamarme si te pierdes en la ciudad o necesitas ayuda. No estoy segura de poder ir a ayudarte ya que trabajo, pero, quizá pueda hacer algo por ti. ¿Sí? Me llamo Carmina, no recuerdo que lo mencione ya. — Le fue natural sonreír, en aquel acto de inocencia, mientras mantenía extendido su brazo con aquel papel entre las puntas de sus dedos.
— ...

Un hilo enredado de pensamientos inhibía palabras y liberaba un mirar perdido. Cuanto más se excedía en su afán de hablar, el silencio crecía. De espaldas a ella, las miradas de policías acrecentaban sus nervios y apresuró a salirse a esperanza de que lo siguiese como sea por despedirse.

No sabía de qué manera más aferrarse. Este tipo de situaciones no eran las suyas, empatizaba más con el que traía cuerpos a las tres de la mañana que una desconocida a la que persuadir.

Tantas situaciones se dibujaban en su mente y todas fatídicas, más que nada para él.

Pensó.

(..)


#000000
¿Medastunúmero?

Hubo girado el rostro, a espaldas de ella, para soltar una afirmación tan efímera y aun así un dolor de intestinos punitivo hacia su voluntad.

Una mirada de ojos abiertos de par en par era una extensión de su respuesta, incierto de qué iba a pasar.
Al ver finalizada la labor de entregar el dispositivo en un lugar seguro, Carmina pudo sentir la satisfacción de ayudar a hacer lo correcto, y no tardo en externarlo. — ¡Gracias a ti! Cualquier otra persona se hubiera quedado con el celular, ¿sabes? Eso habla muy bien de ti. Estoy segura que si el dueño recupera su teléfono se sentirá muy agradecido. — Y nuevamente, como ya es una costumbre normal, sacó su celular para observar la hora; siempre tratando de ser puntual consigo misma. — Si perdiera el mío, creo que lloraría mucho. — Guardo aquel dispositivo en su bolso, y finalmente se brindo un momento para prestar atención al joven. Le notó inquieto, ¿sería ansiedad? Claro, es turista; según Carmina, debió sentirse bastante fuera de lugar. — Oh, lamento si te incomode, de verdad. Soy algo distraída. Este… Yo ya tengo que irme a mi casa. Pero antes, ¿necesitas ayuda con algo más? —
[code](... No sé hacer estas cosas. ¿Por qué me tienen que meter a hacer cosas fuera de mi trabajo? ¿Porquétengoquesentirmemal? No quiero fingir. No megustasentirquemiento. Estoycansadodesentirmeasíyaunasídesearíaquelascosasfuesendiferentesmeheidomásalládefueradedondeestoyparahaceralgoquenoquieronitengolacapacidaddementir...)[/code] —Ah... Es más complicado que eso...— no prosiguió.

Sentía incomodidad al, frente de un desconocido, tener que hablar de aquella manera. No podía controlarlo: algo intrínseco a su elocuencia de lo que brotaba una sempiterna impresión de paranoia. ¿Estaba quedando mal?

El silencio acallaba cosas así.

Durante todo el camino acabaría en consecuencia de entregar el móvil a pesar de miradas confusas entre policías. No sabía si se cocía algo. Giró hacia ella.

—Gracias.— un agradecimiento escueto de ojos vacíos, aunque de párpados levemente trémulos que daban vida a su rostro.

[code](Tengoquebuscartetengoqueseacomosea.)[/code]
— ¿Asuntos familiares? Espero lo pases bien con tu familia. — Comentó en total sinceridad mientras avanzaba por aquellas calles transitadas. Por fortuna el trayecto no demoraba mas que un par de minutos. — Puedes dejar el celular con el oficial que te reciba. ¿Quieres que te acompañe adentro ? — Cuando llegó a la comisaria, volteo a buscar al joven, sonriente al confirmar su presencia. La pelirroja, ilusa creyente del destino, no pudo evitar sentirse contenta; pues normalmente permanecía siempre trabajando, pero justo ese día que se dio permiso de salir a realizar algunas compras personales, tuvo la oportunidad de ayudar a alguien.
—No... Yo..— se quedó en blanco a la vez de seguirla.

Quedó en blanco frente aquella incertidumbre que suscitaba dar tantas vueltas a sus respuestas, incluso las de circunstancias tan banales.

[code](¿Soy la persona indicada para esto?)[/code]

Su única utilidad como individuo brillaba en los recovecos del sótano de negocios encubiertos, despedazando cartílago y serrando el hueso que estaba duro de más para alguno de los instrumentos más desgastados durante horas de la madrugada. Aún no podía comprender cómo había acabado allí.

El rostro de la mujer nacía semejante a la foto de un recuerdo de hará dos noches. Pensaba en las palabras una y otra vez.

[code]—Aunque no sepa nada, debe saber dónde están los cachivaches.[/code]

—...


—Vine por asuntos familiares. Pero.. Sí.. Es una bonita ciudad. Um. Ya... Como hay tantos turistas...
— Oh, ¿eres un turista? Y si, esta aquí a la otra calle, desde aquí se puede ver, bueno, mas o menos. — Dijo mientras señaló al fondo de las próximas calles, a lo lejos, si se miraba con atención alcanzaba a distinguirse el logo de la comisaría en una pared. — No vivo por esta zona, salí a comprar unas cosas. Por eso te digo que si quieres que te acompañe no tengo problema, de verdad. — Sacó su celular por unos breves instantes, sólo para verificar la hora. Carmina suele ser muy distraída, por lo que aunque alcanzó a ver algo rojo, asumió solamente que se trataba del color o diseño de la prenda. — Me da gusto saber que la ciudad te gusta, espero tu estadía te sea venidera. Ven, vamos. —Sin mas, dio un par de pasos iniciando la caminata hasta la comisaría esperando al contrario para seguirla.
—[code]nonecesitopena[/code].— murmuró de una manera prácticamente difícil de escuchar.

Hubo un pequeño silencio incómodo de su parte, a la mano de una mirada cansada y de ojos negros como el mar más hundido en la noche.

—No debería estar lejos. No. ¿No? — dentro de los parones, preguntaba con genuina curiosidad.

Al guardar el móvil tiró un poco de su chaqueta negra, revelando una ínfima porción de su camisa en efímeros segundos: sangre. Manchas de sangre. Suspiró con cansancio.

—Es mi primera vez aquí. Es un sitio agradable. Vives aquí. Vives, supongo, no, bueno.
Lo suyo jamás había sido hablar con desconocidos en la calle, pero pudo percatarse del nerviosismo en el contrario. Sintiéndose incluso culpable. — Oh, todo esta bien. De verdad. Si quieres puedo acompañarte, la comisaría esta aquí por la otra calle, adelante. No me desviaré de mi destino. ¿Estas de acuerdo? — Trato de usar un tono dulce y calmado al hablar, esperando transmitirle tranquilidad al desconocido, quien parecía necesitarlo bastante.

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