-La personalidad impulsiva de Ashe le hizo augurar ese movimiento. Asumió la pérdida en un suspiro suave, inaudible.- Hago lo que tengo que hacer. Voy de aquí para allá, donde el "deber" me lleve. -Su sentido del deber era una definición difusa, de la que en gran parte se guiaba por su moralidad y no tanto por ideas ya definidas de lo que era bueno o malo. Así que no era tan diferente a dar un paseo mientras repartía justicia a su paso.- Y a parte de seguir mi rastro como toda una enamorada, ¿qué más te trae por aquí?
Más bien cada día que te atraviesas en mi camino para arruinármelo. Yo se disfrutar de la vida. -Le quitó el puro de los labios y lo sujetó entre sus dedos- Un asesinato, un robo o dos hacen que mis días sean felices. -Le dio una calada profunda y se tomó su tiempo para soltar el humo, como era de esperarse, no se lo devolvió.- ¿Qué haces de vuelta en Arizona, McCree? ¿Ya te cansaste de jugar al héroe con tus nuevos amigos?
Todo día es un día de perros para ti, Ashe. -Se llevó los pulgares al cinturón, mordiendo con cierta ansiedad el puro que bailoteaba entre sus molares.- El día que aprendas a disfrutar de la vida no tendrás ese pelo tan blanco que tienes.
¿El escenario en el que te arranco el otro brazo y lo uso para molerte a golpes esa bonita cara? Oh no, es un sueño que nunca dejaría de perseguir. -No era difícil sacarla de sus casillas, pero McCree, especialmente, tenía talento para que Ashe explotara en segundos, como dinamita.
