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Es la ciudad. —A veces sí entendía bien de lo que hablaba, otras no, así que medio juntaba lo que conocía y lo poco que entendía de algo que no fuera el bosque— ¡Así es, el gran Cuin puede hacer que todos se callen si les da esto!

—Estaba fanfarroneando cuando un chasquido de lengua lo sacó de sus casillas muy rápido. Molesto, observó al dueño del local y le aventó la moneda con desprecio, no soportaba a los humanos— Deja de mirarnos con tus ojos de sapo, toma eso y déjanos en paz. —Era obvio que el señor estaba por correrlos, hasta que se dio cuenta que lo que cayó en sus manos era oro.

Al inicio se quedó mudo, y aunque era valiosísimo, cuando los volvió a mirar, los interrogó. Estaba claro que pensaba que eran ladrones—
 
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