CainMason

¿Horneaba? Eso si que había sido sorpresivo, hasta pudo haberse sentido mal. Rebuscó entre su bolso, sacó un sobre, que adentro tenía varios documentos doblados. Se trataba de la universidad a la que fue y demás datos de su carrera. Venía su nombre y otros datos.

Danielle soltó un suspiro. - Es precisamente lo que busco, una pasantía, señor C. quiero estar cerca de usted y aprender del mejor. Prometo ser obediente y sumisa. Ayudaré en todo lo que me permita. - le regaló una sonrisa amable.

- Además parecía que ese hombre necesitaba dormir. - No importa que termine pasando más tiempo aquí que en mi casa. Estoy recién graduada, no necesito volver ahí en un tiempo.

— En realidad me gustaría seguir tratando directamente con usted, señor C. — no actuó como si dijera algo demasiado alocado, en realidad la misión se trataba de estar cerca de él, seducirlo y captar información. Pero Caín Mason no estaba ahí solo porque sí. Era inteligente y sagaz, además estaba muy interesada en completar la misión al pie de la letra.

— Me gustaría aprender de alguien así, con tal poder. Puesto que busco lo mismo... Poder. Y no, no intento tomar su lugar, pretendo aprender del mejor para ir y abrir mi propio mercado. — ladeó el rostro un poco, quería generar que crujiera un poco su cuello.

— No vengo desde abajo buscando venganza contra las clases sociales, ni vengo buscando envenenar al país para hacerme rica del todo. Busco poder y dinero pero en una escala conveniente que no haga escándalo. Quiero poder salir a la calle sin necesidad de ocultarme en la noche o entre gorilas. — observó a los guardaespaldas del señor C. — Con el respeto que me merecen, por supuesto.

- Es bueno no consumir de su propio producto, sería sumamente malo para mí hacerme adicta a una de estas mierdas finas. - había terminado de pasarle el escaner, ahora su interés estaba meramente en los detalles de la conversación.

La mirada paseaba de un lado a otro, veía la boca ajena moverse, luego el techo, después cualquier otra cosa. Debía buscar, pero no incomodarlo. Putas había muchas, le resonaban nombres de las mafiosas que morían cada rato, muchas a manos de sus compañeros viper.

Incluso ella una vez sedujo a una, después la eliminó.
- Creo que para empezar me van a bastar cien kilos de cocaína pura, luego hablamos de los detalles de otros productos que pueda manejar, por el monto no hay tanto problema, no te voy a pedir oferta, no vengo a mendigar. - Enseguida llegó el primer guardaespaldas con un vaso de agua, en sus manos gigantes parecía pequeño. - Gracias. - Dijo, justo después de agarrar el vaso.

- Agua, por favor. - Había ignorado la charla prevía, al menos por un minuto. - ¿Consume usted de su producto, señor C? - se inclinó un tanto al frente. Su mirada clavada en la ajena, en lo que encontraba la forma de colarse, analizaría sus ojos, sus gestos... Y ese cabello particularmente interesante.

Lo escaneó practicamente, de arriba a abajo, uno de los guardias se fue, asumió que él era quién iba por su agua. - Sí, quiero discreción. No quiero historias hablando de mí, quiero dinero no fama. Pero sí tranquilidad y ya dije... ¿dinero? - sus labios suaves, de ese grosor medio, esbozaron una sonrisa amplia, como si la moviera el mero interés. ¿Había algo que ver más allá de esa cara de cansancio?

- Perfecto. Eso indicaría que me quedan como ocho años más de vida. - estiró un poco los brazos, la posición le había hecho sentir brevemente incómoda. Prestó atención a cada detalle, parecía ser que él no iba a ser una presa fácil, no por algo tenía renombre en todos esos países.

- La ciudad es Sheffield. No es demasiado grande, pero tampoco un pueblo bicicletero dónde criticar. - soltó una risita ante su propio chiste. Tenía que encontrar alguna grieta por la cual colarse, algo que le hiciera parecer que tenía una posibilidad.

- Ah, el nombre. Cierto es que no se lo di... Juliette Wells. - asintió con calma. Era la segunda Juliette, pero la primera Juliette Wells.

Se esperaba un sujeto más grande o tosco. O quizá con pintas distintas. Pero era totalmente opuesto a lo que su mente imaginó. Se veía cansado, pero quizá también era solo lo que quería mostrar. Se quedó quieta en su lugar, no podría juzgarlo solo con aquella charla, debía ir más allá y si uno de sus deberes era seducirlo por supuesto que lo haría.

El comentario final le hizo sonreír un poco. - Uno nunca sabe lo que ocultan los ojos de los demás. Al final hay que ir descubriéndolo con el tiempo. - cruzó las piernas. Izquierda sobre derecha, mientras se recargó bien sobre el sofá.

- Tengo intereses grandes. Oí que la mercancía que usted maneja es de excelente calidad y eso quiero ver en mi mercado. Es una ciudad normal, pero así empiezan las conquistas, sino, pregúntele a Alejandro Magno. -