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No perdía detalle alguno que pasase enfrente de sus ojos.

–No...– susurró.


–[code]noporaquíentréalsegundopiso...[/code] – replicaba retraído, como pensamientos al aire.


El que sus pupilas se dilatasen frente tal imagen implicó el encontrar lo que buscaba. Giraba el rostro en todo caso de que la sirvienta estuviese atrás. De no verla, intentaría llamarla en voz alta.

–Ven. Por favor.– para alzar la voz sonaba cohibido.
bajo un andar ligero y apresurado. Según cómo ojeaba y su mano dudaba de pomo en pomo, intuía bajo el débil recuerdo de la descripción de un sitio concreto de la casa. El instante que abrió una habitación fue en el que coincidió palabra por palabra, de aquel hombre que le instó a pisar tal cuarto, para confirmar lo que tenía en la cabeza.

Vislumbraban débiles luces desde la ventana angosta, de la cual las persianas solo permitían retazos de iluminación. En parte no había nada que destacase más allá de un estante con cajas llenas de cintas VHS y vídeos apiladas, a parte de una mesa de escritorio cuyas paredes incesaban de pequeñas pantallas al estilo retro; enseñaban distintos lugares de la casa e incluso más allá del sitio.

–No.– su mano cortó antes que clamar tan enfatizada negación; parecía más vivo su hablar que la indiferente expresión facial que portaba. Se ahogaba en una perpetua amargura de ojos cansados, los cuales nunca paraban de ojear de un lado a otro.

–Yo... Tengo medicación. No..Nopuedobeber. Lo siento.– comprendía el lugar en el que ella se encontraba, quizá por eso su tono suavizó tan de repente.

Si bien la mujer mostraba tranquilidad, él tendía a sobreinterpretar los gestos de más hasta hacerse una película en su cabeza. Pensó bajo un silencio incómodo que parecía eterno hasta que, a los minutos, se levantó de forma repentina.

–No tienes problema, peronecesito.. Necesitotuayuda. Estoy seguro de que te habrán dado todo. En dos días van a destrozar esto, o quemarlo... Paramiestonoesmitrabajo... Yo nopuedohacereso. Pero sí necesito sacar antes algo.

Caminó de tal forma que le daría un pequeño 'choque' al hombro ajeno de la sirvienta. Su intención era la de salir al pasillo
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𝑈𝑠𝑡𝑒𝑑 𝑑𝑖𝑗𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑣𝑒𝑛𝑖́𝑎 𝑎 𝑡𝑜𝑚𝑎𝑟. – Excusó así su repentino actuar, esperando que pudiera cumplir al menos uno de los propósitos que tenía en ese lugar. - 𝑆𝑖𝑟𝑣𝑎𝑠𝑒, š'𝑖𝑙 𝑣𝑜𝑢𝑠 𝑝𝑙𝑎𝑖̂𝑡.
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El repentino jadeo le hizo resaltarse levemente, y es que había notado su turboso mirar recorriendo cada rincón del lugar. ¿Paranoia? Dudaba que viera en ella una amenaza. Alzó dos dedos ante su pregunta, con el simple fin de darle un foco con su respuesta. – 𝐷𝑜𝑠 𝑑𝑖́𝑎𝑠. 𝑌 𝑎𝑙 𝑝𝑎𝑟𝑒𝑐𝑒𝑟 𝑒𝑙𝑙𝑜𝑠 𝑞𝑢𝑒𝑟𝑖𝑎𝑛 𝑖𝑛𝑣𝑜𝑙𝑢𝑐𝑟𝑎𝑟𝑚𝑒. - Comentó al tiempo que extendía a él la nota que le había dejado. – 𝑆𝑎𝑏𝑖́𝑎𝑛 𝑞𝑢𝑒 𝑣𝑒𝑛𝑑𝑟𝑖́𝑎, 𝑦 𝑚𝑒 ℎ𝑎𝑛 𝑑𝑒𝑗𝑎𝑑𝑜 𝑑𝑒 𝑐𝑎𝑟𝑛𝑎𝑑𝑎.

A pesar de todo, no parecía alterada, no había ningún tipo de emoción en su voz, después de todo, ¿Quién extrañaría a una sirvienta cualquiera?. Esperó a que tomara la nota, una vez lo hizo, dio media vuelta y desapareció por un breve momento, al pequeño bar que tenía ahí el dueño, de las pocas cosas que habían dejado abiertas por si quería “relajarse”, un último trago probablemente. Sacó una botella de whiskey a la mitad y el vaso correspondiente, y volvió hacia el joven a ofrecerlas.
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Si bien darle sentido a sus atropelladas palabras era algo difícil no quería decir que no le entendiera, las cosas poco a poco tomaban sentido para ella. Solo había visto a los dueños cuando llegó, le habían ofrecido las comodidades del lugar a cambio de no darle una copia de llaves porque “no tenían”. No necesitaba nada más de lo que ya había llevado, así que no había tenido problema con ello… hasta ahora.

Veía la nota en su mano cuando el nervioso joven se adentró al lugar, lo siguió con paso tranquilo para no alterarlo más de lo necesario, y se posó en frente, siempre guardando distancia.

No por sí misma, si no por él.
Escapó un efímero resollido por parte suya. Su mandíbula quedaba desencajada y levemente trémula. Desviaba la vista de un lugar a otro, buscaba pequeños detalles en torno a la habitación donde ellos estaban.

Su mirada danzaría tanto como los ojos que le daban impresión de verlo.


Percibía miles de ojos a poco que iba de un lado a otro. Se le hacía raro que solo la hubieran dejado a ella; conforme los pensamientos entraban en su cabeza, más se entrelazaban y danzaban sus dedos entre sí. No podía evitar pensar lo peor.

¿Ojos en los armarios? ¿Ojos bajo la cama? ¿Ojos bajo el suelo? ¿Ojos en el techo? ¿Ojos en la mesa de noche? ¿Ojos en los muebles y alfombras de terciopelo?

–[code].. ¿Cuánto llevas trabajando aquí?[/code] – su réplica sería preludio de un inquirir incesante, desconfiado.
–[code]Estánendeudados.[/code] Bueno. Él tiene deudas con nosotros. Venía como mensajero. No tienes culpa. No te voy a... Ainvolucrar. En esto. Uh. Involucrarte. Eso. No creo que sehayanquitado de en medio. Sino te habríandichodeirte. Pasaré porque necesito hablar con él. Están hartos de él. Ellos vienen peor que yo.

Poco a poco las palabras surgían sumergidas en cierta calma, con sus pequeños atascos pero la fluidez era mayor que hará unos momentos. Marchó a buscar un lugar donde sentarse y relajarse, o por lo menos no sentirse tan tenso con la mirada ajena. La paranoia siempre persistiría en todo momento.

Se buscó un cómodo y angosto sillón acorde a su constitución. Entrelazó los dedos de sus manos y postró sus brazos sobre las piernas; arqueó la espalda para 'acomodarse' a lo que venía ser a su habitual manera. Mantuvo los ojos sobre la mujer, ya que jamás perdía la vista sobre quienes podían mirarlo a él.

–[code]Um.[/code] Yo..
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¿𝐴𝑢𝑛 𝑎𝑠𝑖 𝑞𝑢𝑖𝑠𝑖𝑒𝑟𝑎 𝑝𝑎𝑠𝑎𝑟? ¿𝐻𝑎𝑦 𝑎𝑙𝑔𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑙𝑒 𝑝𝑢𝑒𝑑𝑎 𝑜𝑓𝑟𝑒𝑐𝑒𝑟? – Sugirió con un gesto de su brazo que lo invitaba a adentrarse al lugar, después de todo, no estaba en posición de negarle la entrada a nadie si no tenia como comprobar si pertenecía o no a dicho lugar, esa responsabilidad caía enteramente en los dueños del lugar, no ella.

Y si bien no era alguien precisamente social, no podía negar que aquel joven parecía necesitar algo de compañía.
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No solía fijarse en los cuerpos ajenos, lo había visto prácticamente todo, pero sin duda el contraste de los fornidos brazos con la delicadeza de los rasgos de tu rostro era algo que llamaban la atención. Aún así su mirar fue breve y disimulado, antes de colgar la chaqueta que le había entregado.

𝘔𝘦 𝘵𝘦𝘮𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰 𝘭𝘦 𝘩𝘢𝘯 𝘢𝘷𝘪𝘴𝘢𝘥𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘴𝘦 𝘪𝘳𝘪́𝘢𝘯 𝘥𝘦 𝘷𝘢𝘤𝘢𝘤𝘪𝘰𝘯𝘦𝘴, 𝘔𝘰𝘯𝘴𝘪𝘦𝘶𝘳, 𝘰 𝘲𝘶𝘪𝘻𝘢́𝘴 𝘩𝘶𝘣𝘰 𝘢𝘭𝘨𝘶́𝘯 𝘵𝘪𝘱𝘰 𝘥𝘦 𝘤𝘰𝘯𝘧𝘶𝘴𝘪𝘰́𝘯. 𝘓𝘰𝘴 𝘥𝘶𝘦𝘯̃𝘰𝘴 𝘦𝘴𝘵𝘢𝘳𝘢́𝘯 𝘧𝘶𝘦𝘳𝘢 𝘦𝘭 𝘳𝘦𝘴𝘵𝘰 𝘥𝘦 𝘭𝘢 𝘴𝘦𝘮𝘢𝘯𝘢. – Paseaba la mirada confundida entre él y el interior de la pensión. – ¿𝑂 𝑎𝑐𝑎𝑠𝑜 𝑠𝑒 𝑟𝑒𝑓𝑖𝑒𝑟𝑒 𝑎 𝑎𝑙𝑔𝑢𝑖𝑒𝑛 𝑚𝑎́𝑠? 𝑃𝑜𝑟𝑞𝑢𝑒 𝑚𝑒 𝑡𝑒𝑚𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑜𝑦… 𝑒𝑟𝑎, 𝑙𝑎 𝑢́𝑛𝑖𝑐𝑎, 𝘩𝑎𝑠𝑡𝑎 𝑎𝘩𝑜𝑟𝑎.– Frunció levemente los labios mientras lo observaba y a la vez no, su mirada no estaba fija en ningún lado en concreto, solo intentaba descifrar que hacer con lo repentino de su visita.

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