Después de entregarle el té, Anne guardó las manos en los bolsillos de su chaqueta, atenta a sus expresiones, más de lo que estaba a quienes le rodeaban o lo que sucedía. Cuando mencionó a su madre, respondió de inmediato, sin siquiera pensarlo. – Yo la llevo. –ofreció, haciendo lo posible por mejorar lo que sucedía entre ellos. – Yo lo puedo hacer, no tengo ningún problema. Puedo manejar o no lo sé, tomaremos el bus...
Ladea el rostro casi como si con ello se aligerase el descontento. Pues incluso cierra los ojos por brevedad de segundos hasta volver a ella y tomar el vaso– Gracias. –es escueto, medio cuadrado en su expresión que se forza a sonreír a medias hasta dar un sorbo– Tendré que trabajar horas extras, no contaba con ello, es todo. Irene quería que la llevase a un sitio y no podré hacerlo.
— Ah, está bien. Para ser nada... —musitó, aunque se detuvo en insistir. El mal humor parecía típico en aquel lugar, quizás fuese la rapidez con la que se movía y hacia todo, el apuro y las cosas por hacer. Anne sostenía un vaso con té frío. —Te traje algo para beber.
No es nada. –aligera apenas un poco el mal gesto, aunque es mucho su enfado por un asunto laboral– No te vi llegar. –y es que en la locación se mueve demasiada gente de un lado a otro.
