—Debo admitir que ese es un placer al que no puedo negarme cuando se trata de ti... Pero no olvides que también cobraré mi parte; y más vale que disfrutes tener el control, porque te devolveré con creces lo que hagas mientras lo mantengas... Entonces, ¿los calabozos, pelirroja? Te sigo...

— ¿Aposentos? Un poco de creatividad, señor arqueólogo. ¿Por qué no en los calabozos? Tengo unas cadenas que te vendrían bien en el cuello y mientras ruegas clemencia yo podría morderte un poco. Justo como te gusta.

—¡Oh! Mercy, Mercy, Mercy; eso suena aún mejor. Me encantan tus propuestas. Entonces, ¿qué dices? ¿Tus aposentos, o los míos? Todo depende de cuánto quieras que destrocemos...

— Casi puedo decir que te seguiría hasta el fin del mundo, casi. Por ahora sí, hagamos nuestras eternidades valiosas; guíame y después terminaré por guiarte yo, ya sabes, cuando estés sin aliento. Figurativamente.

—Entonces, ¡qué fortuna es habernos encontrado! ¿No es así? Una eternidad a tu lado no suena mal, Mercy; incluso parece divertido. ¿Qué te parece si nos vamos en una aventura nueva? Hay demasiado por descubrir...

— Sería cuestión de estadística entonces, algún día lo sabremos con certeza. Mientras, déjame decirte que cuando fui humana no temía a la muerte. Ahora que he podido probar distintos placeres considero que prefiero vivir. Y sí, Beckett, entre esos placeres estás tú.

—La inmortalidad es una carga muy pesada, Mercy. He visto Antiguos enloqueciendo, destruyendo a su progenie y luego a sí mismos al no poder vivir con ese peso sobre sus hombros. No te engañes: somos depredadores, pero no dioses; mucho menos inmunes al tiempo, aunque no envejezcamos...

— Me parece que mientras no nos asesinen, no nos queda de otra; podríamos morir al exponernos al sol pero, para ser sincera, estoy segura de que la mayoría teme más a la muerte que a la vida eterna.

—Yo también, de ahí que he pensado en ello; alguna vez tuve la posibilidad de morir naturalmente, y no subsistir robando vida, como hago ahora.. ¿Cuántos de nosotros logran realmente sobrevivir a la eternidad?

— Bueno, Beckett, que yo fui humana alguna vez. No es fácil pero si algo tienen los humanos es su capacidad de adaptación; hablando de los más aptos, por supuesto. Su crédito tienen.