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[code]El Arcángel Miguel una noche se sentó sobre una estrella y observó a toda la humanidad. Como un vigilante del bien y del mal. Especialmente del bien. El tiempo pasó en un pestañeo y cuando estuvo convencido, dejó que esa estrella explotara en muchos pedazos con un importante propósito.

Cada uno de estos fragmentos encontró su destino a los pies de un mortal. Y de los pedazos de esas estrellas surgieron dragones. Criaturas cuya aparición se daría frente a personas de buen corazón. Frente a los primeros Sequester de la historia.

Ellos tuvieron que entender a cada uno de sus dragones convirtiéndose así en sus discípulos. Comprendieron su misión en el mundo y una vez que sus espíritus se bañaron en determinación, se convirtieron en los jinetes de estas criaturas, surcando los cielos, prevaleciendo el orden entre el bien y el mal, purgando a los demonios y designando su misión a su descendencia para que el equilibrio prevaleciera en el mundo.

Los dragones habían llegado como una guía y una vez que esta ya no fue necesaria, se fundieron en el espíritu de todos sus elegidos, convirtiéndose en llamas palpitantes por el resto de los días.[/code]



[code]Creció con las historias de sus antepasados, trazando desde muy pequeña unos ideales que no pararía hasta alcanzar: el de seguir su legado. Caia se rodeó de un ambiente enriquecedor formando así una personalidad fuerte, determinada y afable. La Velásquez marcaría su presencia en el Pilar de la Concordia con sus logros.

La sintonía con el fuego palpitante en su interior fue clave cuando las llamas azules surgieron de sus dedos. Se dice que ese es el fuego más puro y la latina sintió un peso de responsabilidad aún mayor en sus hombros que supo conllevar con garbo y destreza.

Actualmente lleva la misión de todo Sequester: mantener el equilibrio entre los eternos y las cazadoras, la aniquilación de los demonios y, básicamente, ser el puente entre la mortalidad y lo divino. Adelaide es su espada donde se concentra el fuego azul.[/code]