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C1577429 · 26-30, F
—Mala suerte, definitivamente.— concordó, enarcando una de sus cejas, y bajando su taza de café para dirigirse a la funda de la guitarra que había tocado la última que estuvo en el bar, cuando Okon la había contratado.—
—¿Sabes tocar?— cuestionó con genuina curiosidad, mirándole de reojo, cerciorándose de que la guitarra siguiera afinada, alternando sus dedos entre las cuerdas de nylon de esta.—
—¿Sabes tocar?— cuestionó con genuina curiosidad, mirándole de reojo, cerciorándose de que la guitarra siguiera afinada, alternando sus dedos entre las cuerdas de nylon de esta.—
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Su fleco reposaba desordenado sobre su frente, y su ceño se había fruncido en una mueca de extrañeza contenida, y su mirada parecía perdida al frente, mientras que tomaba de nuevo la taza, acercándola a sus labios, escuchando el relato de Erick, aún perpleja por el súbito cambio. Asentía de vez en cuando, y sus ojos cayeron sobre las llaves que el pelinegro sostenía.
—No te hacía como alguien tan "práctico".— dijo socarrona, pero con genuina sorpresa, expresada en una media sonrisa que se refugiaba detrás del vapor de la taza humeante. —No sería un mal proyecto mantener el lugar, ¿sabes? Deberías pensarlo.—
Sugirió con esa sonrisa, y siguió los pasos de Erick, curiosa de si lograría o no hacer funcionar la máquina. La decepción ajena sólo la hizo sonreír más, pero no por burlarse, más por empatía; le hubiera gustado que funcionara.
—No te hacía como alguien tan "práctico".— dijo socarrona, pero con genuina sorpresa, expresada en una media sonrisa que se refugiaba detrás del vapor de la taza humeante. —No sería un mal proyecto mantener el lugar, ¿sabes? Deberías pensarlo.—
Sugirió con esa sonrisa, y siguió los pasos de Erick, curiosa de si lograría o no hacer funcionar la máquina. La decepción ajena sólo la hizo sonreír más, pero no por burlarse, más por empatía; le hubiera gustado que funcionara.
esa cosa. Me dijeron que tenía buenos discos dentro.
Se levantó en camino a esta.
Aunque metiera la moneda y seleccionara una canción de entre los botones la máquina no servía, parecía que fue averiada. Erick corroboró sus sospechas cuando al costado tenía un pequeño golpe que hundía el material, podía ser de un mal golpe propinado a la máquina.
—Hmp, mala suerte —dijo volviendo a su café, dándole un sorbo más quedándose casi sin nada.
Se levantó en camino a esta.
Aunque metiera la moneda y seleccionara una canción de entre los botones la máquina no servía, parecía que fue averiada. Erick corroboró sus sospechas cuando al costado tenía un pequeño golpe que hundía el material, podía ser de un mal golpe propinado a la máquina.
—Hmp, mala suerte —dijo volviendo a su café, dándole un sorbo más quedándose casi sin nada.
—Para serte franco para mí también fue extraño —declaró luego de dar un sorbo a su café—, recuerdo que le encantaba venir y atender a la gente, de alguna manera se ganó el corazón de muchos. No sé qué lo habrá llevado a irse así tan repentinamente.
Mantuvo una pausa para buscar dentro de los bolsillos un par de llaves. Era un juego que abría la puerta principal, la parte trasera del bar y algunas pequeñas cajas con dinero dentro.
—No pienso hacerme cargo del lugar, pero sí sacarle el mayor jugo posible, luego que caiga solo; sería una lástima no vender todo este alcohol y dejar que lo roben o uno tomarlo. Es demasiado para uno solo, moriría de cirrosis en menos de una semana.
En eso su vista se centró en la Venusian justo cuando ella resopló en contra del fleco, parecía una niña pequeña, algo que le causó gracia, luego se volvió al frente, una vieja rocola al borde de la esquina al lado de la gran mesa de billar estaba encendida. Erick sacó una moneda.
—Jamás he probado
Mantuvo una pausa para buscar dentro de los bolsillos un par de llaves. Era un juego que abría la puerta principal, la parte trasera del bar y algunas pequeñas cajas con dinero dentro.
—No pienso hacerme cargo del lugar, pero sí sacarle el mayor jugo posible, luego que caiga solo; sería una lástima no vender todo este alcohol y dejar que lo roben o uno tomarlo. Es demasiado para uno solo, moriría de cirrosis en menos de una semana.
En eso su vista se centró en la Venusian justo cuando ella resopló en contra del fleco, parecía una niña pequeña, algo que le causó gracia, luego se volvió al frente, una vieja rocola al borde de la esquina al lado de la gran mesa de billar estaba encendida. Erick sacó una moneda.
—Jamás he probado
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—Pero, se suponía que hoy era mi primer día de trabajo. A penas lo vi la semana pasada. ¿Qué está pasando?— aquello era un reclamo mal dirigido, por supuesto, así que era más una búsqueda de respuestas a una cuestión banal, pues no era que realmente necesitara el trabajo; ya tenía uno, y era uno bastante demandante. Estaba tan sumergida en esa duda que ni siquiera se percató de que realmente, esa era la primera vez que tenía una conversación más allá de un intercambio fugaz de palabras con su interlocutor. Resopló hacia arriba, y su fleco se levantó con el aire que salía de sus labios, aquel era un gesto de resignación, y tan sólo se limitó a darle otro sorbo a su café.
—Bueno, si ya sabías que Okon se había ido... ¿A qué viniste tú al bar? ¿Te harás cargo de él a partir de ahora?— volvió a mirarle, pero con intriga marcada en su rostro, parpadeando un par de veces.
—Bueno, si ya sabías que Okon se había ido... ¿A qué viniste tú al bar? ¿Te harás cargo de él a partir de ahora?— volvió a mirarle, pero con intriga marcada en su rostro, parpadeando un par de veces.
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—Definitivamente es un cumplido, Erick.— aseguró con una risilla afable, mientras parecía aferrarse con ambas manos a su taza, imitando la forma en la que él parecía alimentarse del calor que emanaba de la porcelana de esta, mientras que su rostro seguía siendo acariciada por el vapor, y sus fosas nasales seguían degustando el aroma. Seguía sumergida en la melancolía que la anécdota ajena le había proporcionado, cuando escuchó lo que Erick dijo sobre Okon.
—Espera, ¿qué?— cuestionó perpleja, mirándole al costado, con el entrecejo fruncido, y los labios abiertos en sorpresa.— ¿Cómo que se fue? ¿Se fue, se fue? ¿No regresará?— inquirió ansiosa, atropellando cada pregunta con la que seguía; aquello en verdad la tenía confundida. Y la sorpresa de aquella ligereza del pelinegro al informarle aquello de manera tan casual sólo la hacía verse más indginada, aunque no necesariamente con él.—
—Espera, ¿qué?— cuestionó perpleja, mirándole al costado, con el entrecejo fruncido, y los labios abiertos en sorpresa.— ¿Cómo que se fue? ¿Se fue, se fue? ¿No regresará?— inquirió ansiosa, atropellando cada pregunta con la que seguía; aquello en verdad la tenía confundida. Y la sorpresa de aquella ligereza del pelinegro al informarle aquello de manera tan casual sólo la hacía verse más indginada, aunque no necesariamente con él.—
''Es la primera vez dónde mantenemos una conversación'' pensó por un segundo, era como si se estuvieran conociendo. Más allá de haberla conocido esa noche tocando para el público no conocía otra cosa respecto la chica.
—No esperaría menos de ser así; Okon fue un mal jefe a final de cuentas —Carcajeó de sólo recordar las veces que se escapó de sus turnos o le tocó cubrir los de otros—. Al final para él venía siendo un poco lo mismo, iban, venían. Siempre y cuando ganara dinero le valía poco de quié... Perdona, creo que me comporto muy extraño.
—No esperaría menos de ser así; Okon fue un mal jefe a final de cuentas —Carcajeó de sólo recordar las veces que se escapó de sus turnos o le tocó cubrir los de otros—. Al final para él venía siendo un poco lo mismo, iban, venían. Siempre y cuando ganara dinero le valía poco de quié... Perdona, creo que me comporto muy extraño.
—Voy a tomarlo como un cumplido, entonces.
Dedicó una sonrisa para ella, después se volvió a su taza. Disfrutaba del calor desprendiendo de la porcelana, calentando sus palmas e invitándolo a llevar su nariz más cerca del borde. Su olor era grandioso, podía aspirar profundamente y llenarse los pulmones de ese aroma a café sintiendo como lo llenaba de ánimos.
Sorbió su primer trago.
—Sabe a hogar —concordó—, a propósito, hoy no había llegado nadie; desde que Okon se fue este lugar está solo.
Y sí. Erick también había llegado, pero él siempre mantuvo una copia de las llaves, tendía a abrir el bar y vender algo de las botellas. Si Okon no estaba al menos alguien podía sacarle jugo al bar. Algunas personas habían llegado antes, para rebuscar entre el lugar al gigantesco y musculoso del ex jefe. No olvidaba sus negocios turbios bajo la mesa.
—¿O nadie te llegó a avisar?
Centró su atención a Ciel. Erick aún con taza en mano y el cuerpo ligeramente recargándose a la bar
Dedicó una sonrisa para ella, después se volvió a su taza. Disfrutaba del calor desprendiendo de la porcelana, calentando sus palmas e invitándolo a llevar su nariz más cerca del borde. Su olor era grandioso, podía aspirar profundamente y llenarse los pulmones de ese aroma a café sintiendo como lo llenaba de ánimos.
Sorbió su primer trago.
—Sabe a hogar —concordó—, a propósito, hoy no había llegado nadie; desde que Okon se fue este lugar está solo.
Y sí. Erick también había llegado, pero él siempre mantuvo una copia de las llaves, tendía a abrir el bar y vender algo de las botellas. Si Okon no estaba al menos alguien podía sacarle jugo al bar. Algunas personas habían llegado antes, para rebuscar entre el lugar al gigantesco y musculoso del ex jefe. No olvidaba sus negocios turbios bajo la mesa.
—¿O nadie te llegó a avisar?
Centró su atención a Ciel. Erick aún con taza en mano y el cuerpo ligeramente recargándose a la bar
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Tomó la suya con cierta delicadeza, pero con afán, entre ambas manos, la acunó, y con los ojos cerrados, acercó su nariz al café. Lo olfateó, aspiró ese aroma y lo guardó en su pecho, una sonrisa gibosa se dibujó en ese rostro pálido que, tan sólo momentos antes había estado dominado por el disgusto y el cansancio. Sin abrir los ojos, acercó sus labios al borde de la taza, y le dio un pequeño y sigiloso sorbo. Saboreó el líquido, y sus labios volvieron a dibujar una sonrisa.
—Está delicioso, saber a hogar.—
—Está delicioso, saber a hogar.—
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La peliazul estaba inmersa en la forma en la que, efectivamente, como Erick bien había dicho, el café chorreaba. Le intrigaba el mecanismo, era bastante casero, definitivamente, pero entendía a la perfección la ciencia detrás de la técnica; después de todo, era el método que ella usaba diario, su preferido. La diferencia era que ella usaba un filtro de papel sobre un cono de Hario V60; estaba ansiosa por probar el café.
Escuchaba con atención las palabras del pelinegro, seguía sus movimientos, y sonrió al darse cuenta de que aquel ritual era hasta parte de su identidad. Entonces sus ojos volvieron a posarse en él, y le sonrió afable, con una sonrisa ligera pero natural.
—Estoy de acuerdo, definitivamente el sabor cambia mucho dependiendo del método que uses.— concordó con él, pero sus ojos enseguida siguieron el flujo del café humeante que ahora llenaba las tazas.
Escuchaba con atención las palabras del pelinegro, seguía sus movimientos, y sonrió al darse cuenta de que aquel ritual era hasta parte de su identidad. Entonces sus ojos volvieron a posarse en él, y le sonrió afable, con una sonrisa ligera pero natural.
—Estoy de acuerdo, definitivamente el sabor cambia mucho dependiendo del método que uses.— concordó con él, pero sus ojos enseguida siguieron el flujo del café humeante que ahora llenaba las tazas.
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