—Ah, mi querida Circe; amo que me seas tan leal y, a la vez, conserves tu juicio e independencia. Acompañante, pues; después de todo, te he ofrecido un lugar a mi lado, ¿no es así?

—¿Pertenecerte? Curioso... Pero me temo que difiero en eso. No soy pertenencia de nadie. Acompañante es un mejor adjetivo... Sí, me gusta más.

—Y es por eso que tienes mi gratitud, y que te ofrezco una recompensa acorde a tus esfuerzos. El resto de mis súbditos existe para servirme, y sus vidas no importan nada en el gran esquema de las cosas; pero tú, Circe, eres mi aliada. Me perteneces de una manera distinta.

—¿Tengo que recordarte que, pese a que creo en tu causa con fervor, no soy una más de tus sirvientes? No es mi meta recibir palabras bonitas de tu parte; yo sólo quiero ver tu sueño cumplido y regocijarme por ello.

—¿Ese es el premio que deseas? Sorpréndeme aún más, compláceme, y lo tendrás. De otro modo, solo escucharás órdenes de mis labios... Y halagos, cuando te los hayas ganado.

—Oh, Glask. ¿Por qué no solamente admites que me extrañas? Es dulce que quieras ocultarlo tras esa excusa.

—Me pregunto qué tanto podrían mejorar tus resultados si comienzo a frecuentarte más. ¿Deberíamos comprobarlo?

—Por supuesto, es nuestra meta. Pero no me malinterpretes, me agrada que vengas a verme, no dejes de hacerlo.

—Debo comprobar los frutos de tu trabajo. Confío en ti, Circe, pero me satisface ver lo lejos que has llegado tras mis ausencias