Asintió, un poco más confiada se veía su expresión. Era extraño pero agradable como Byleth le daba confianza en aspectos de su vida que ella había más bien olvidado o dejado de lado, como sus sentimientos más profundos y su apariencia. —Debo obsequiarle algo en agradecimiento.— Se quedó pensativa. —¿Sabías que detesta las rosas? Tendrás que ayudarme a elegir algo apropiado, Maestra. — No pudo ocultar el entusiasmo en su voz, ir a buscar un obsequio era una actividad simple, mundana, pero para la princesa algo completamente nuevo.
No entendía como una mujer con tanta firmeza podía dudar tanto de la belleza de la cual era dueña. La profesora sonrió e inclinó ligeramente su cuerpo llevando la diestra a su pecho. —Con mi más profunda sinceridad y respeto lo digo, Edelgard. — sonrió al retomar su postura. —Así que si, deberías agradecerle. Lo eligió para ti con mucho cariño y entusiasmo.
—Aún así...— Llevó la mano arriba, acomodando un mechón de su cabello platinado. —Si tú piensas que luzco bien, entonces ha sido una maravillosa elección y debería agradecerle.
Se separa un poco, su diestra se apoyó en su mentón. Pensativa. — A decir verdad tiene un gran poder de convencimiento, sabe cómo incluirte en sus ideas. Y bueno, lo demás pasa cuando menos te das cuenta.
