Frunció los labios en una áspera mueca de desagrado. ¿Es que no podía dejar de compararlo con animales así? Cerró el ojo, harto de su actitud, y volvió a abrirlo para enfocar al ganso. En otras situaciones, habría parecido ridículo unir las fuerzas de un reino e imperio para dar caza a una bestia pequeña, pero estaba armado. Y era astuto. Tan astuto que había pasado entre sus pies al intentar escapar, gruñó, por la ineptitud que experimentó, pero no tardó en girarse para lanzarse sobre el ganso. Con la mano izquierda le sujetó la pata izquierda, y su mano derecha buscó tomar la daga por el mango y así lo hizo... Hasta que el pato graznó agitando las alas por libertad en desesperación, misma que se manifestó en el picotazo sobre su ojo, el parchado. El instinto le obligó a soltarlo y poner la izquierda sobre la herida, pues el animal ahora sostenía el parche con el pico.— Maldita bestia.