El "Ave Satani" resonaba con el eco de una voz masculina muy baja, cuyo tono era tal que parecía hacer vibrar un poco el suelo y las paredes, creando un titilar de la tenue luz de las velas que adornaban el pentagrama creado con sangre de cordero en el suelo. Bundor Valtare, un brujo con vasta experiencia en las artes oscuras y el satanismo, recitaba con el pecho rebosante de fascinación, encomendándose a su Señor Oscuro. Aquel rito tendría por finalidad la invocación de un alma en pena. Absorto en su cometido, no se percató de la presencia de un ente externo, alguien que no debería estar ahí.
Una presa fácil. Esa hubiera sido la mejor forma en que Bundor podría catalogar a la chica que tenía a su alcance. Estaba aparentemente tan shockeada que ni si quiera había podido mantenerse en pie y escapar. Metió una mano al interior de su gruesa chaqueta negra y extrajo algo imposible de descifrar, ya que su puño se encontraba cerrado. Volvió a abrir la mano muy cerca del rostro de la muchacha, revelando un polvo negro, mismo que soplo dirección a ella.
-Obstupefacio. -Murmuró en latín, mientras el polvo se esparcía sobre el rostro y cabeza de la joven. Ella podría sentir como, aunque lo intentara, no podía moverse ni hablar. Era consciente de lo que ocurría a su alrededor, podía ver, podía sentir, podía oír, más se encontraba totalmente a merced del brujo.
Con una fuerza brutal, se echó a la chica al hombro y con su otra mano marcó un número de teléfono. {sigue}
