Bundor sonrió complacido ante la revelación del joven Conde. Un conde y además un demonio, eran una buena adquisición a su grupo de aliados.

-Ahora sí que es un honor conocerle, Conde Phantomhive. -Se puso de pie, haciendo bastante evidente la diferencia de estatura con el demonio, dado que medía 1.93 mts de altura. -Creo que ahora sí sería adecuado invitarlo a cenar a casa, ¿no madre?

-Sin duda~ -La salamandra siseó en idioma humano, subiendo al hombro del brujo -Mis disculpas por el atrevimiento de antes, la verdad es que de haberse tratado de un simple niño mortal, le hubiera pedido a mi hijo que lo cocinara para la cena~ -Admitió la pequeña alimaña.

-De todos modos no lo hubiese hecho -Acotó Bundor-, no me gusta la carne. -Sonrió de medio lado.[b] -¿Hay algo que podamos ofrecerle, Conde, a cambio de entablar una alianza con usted? Somos brujos, servimos a nuestro Señor Satanás, consideramos que siempre es bueno te

Comenzaba a sospechar que el Conde no era del todo humano, o que al menos algo sobrenatural tendría.

-Disculpe, joven Conde, ¿es usted humano? -Fue directo en su pregunta. Dependiendo de la respuesta del menor, vería si entablar algún negocio con él, podría serle de ayuda. Aunque, incluso si solo se trataba de un humano mortal sin mayores habilidades, podría serle de utilidad su amistad, por ser un conde. -Disculpe el atrevimiento, pero... Quizás podríamos hablar de negocios.

-Duras palabras viniendo de la boca de un niño. -Murmuró con cierta melancolía, puesto que de pequeño él también había tenido que madurar pronto y endurecerse a la fuerza. -¿Qué ve de atractivo en la oscuridad, Conde Phantomhive? -A pesar de que el menor le había sugerido llamarle sin su título de nobleza, Bundor se negaba. -¿No teme fundirse con ella? Los niños son una gran tentación para las criaturas de la noche, aunque sospecho que eso usted ya lo sabe, ¿no es así? Si se rodea de demonios y shinigamis, mientras su familia ya quedó en el pasado, sospecho que ellos compondrán su nueva familia... -Sonrió- Me gustaría conocer a aquellas criaturas que le rodean.

-Un anillo maldito, suena interesante. -Sus ojos continuaron clavados en el objeto mientras hablaba. -¿Por qué lo utiliza? ¿No teme caer en su maldición y acabar como sus anteriores poseedores? -Rió por lo bajo, saber que alguien usaba una joya con esa leyenda le causó gracia, sonaba, a su parecer, algo osado pero también masoquista.

La pequeña salamandra volvió a emerger del interior del bolsillo y corrió dirección a la mano del Conde, sacando la lengua para intentar dar una lamida a su anillo, más fue frenada en el acto por la mano del brujo, quien la aferró por la cola.

-¡Por Lucifer, Madre! -Recriminó al pequeño reptil, quien quedó con su viscosa lengua lamiendo el aire, a pocos centímetros de la joya del pequeño. -Disculpa... a veces se pone rara.

Su mirada se detuvo en los peculiares anillos que el Conde portaba, nunca había estado interesado en las joyas o en los bienes materiales, pero considerando las palabras que el niño había mencionado antes, aquellas respecto a la clase de criaturas con las que se codeaba, supuso que tal vez esos anillos no eran simples gemas mortales.

-¿Puedo saber si tienen algún valor más que el material? -Preguntó, refiriéndose a los anillos. -Y sí, en otra ocasión sería más prudente invitarlo a cenar.