Era posible que aquel niño no hubiese escuchado hablar acerca de Jack Frost, el creador de las ventiscas y días nevados. — Wow, eso estuvo fuerte. ¿Te encuentras mejor? Descuida, nadie puede verme. — Creo otro pequeño copo de nieve el cual hizo aterrizar sobre la nariz del pequeño Bruno, probablemente sus acciones romperían unas cuantas de miles de reglas, pero las ojeras y bolsas en los ojos del de cabellos rizados le hizo darse cuenta de lo mucho que aquel niño necesitaba de un amigo. Con ayuda del cayado hizo nevar en la habitación de Bruno y congelo el suelo para que el niño pudiese deslizarse en la nieve. — ¿Tienes algún trineo? Estas son demasiadas escaleras, un tobogán aquí sería fantástico. — Le seguía hablando aunque no pudiese escucharlo, solo tenía que hacerlo divertido, la diversión siempre vencía al temor. — SI tú madre pregunta le echaremos la culpa a Pepa[?] —
Cayó de espaldas pero alcanzó a sostenerse con sus manos, evitando mayor daño. Sus ojos, algo lagrimosos, se los enjugó muy confundido, buscando el proceder de aquella voz.
— ¿Quién eres...? Tú... Me ayudaste, pero no puedo verte.
Al pequeño Bruno esto solía pasarle a menudo: que en la oscuridad de la noche y mientras intentaba conciliar el sueño, luces y flashazos de escenas inconexas y distorsionadas le asaltaban la vista; terrores nocturnos que lo llevaban al punto del aturdimiento.
Para él, así como para sua hermanas, estaba siendo difícil la adaptación y control de sus dones; al menos para Peppa y él. Ella de pronto terminaba haciendo llover dentro de su habitación, cuando sufría de pesadilla. Julieta, por su lado, parece que la llevaba más relajadamente.
¿Pero Bruno? Oh, algunas noches eran tortuosas.
Por fortuna, en medio del sonambulismo que le produjo esa visión y justo cuando sentía el suelo vibrar bajo sus pies, aquella bola de nieve lo sacó de esa horrible escena.
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Era consciente de que el chico no podía verlo pero la arena negra de las pesadillas invisible para los ojos humanos comenzó a rodearlo. Tratando de sacarlo de su trance arrojo una bola de nieve a la cara del niño haciéndolo caer de espaldas. — Tranquilo, todo está bien. —
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El viento estaba soplando más fuerte de lo usual. — ¡Viento llévame a casa! — Jack se dejó llevar por la ráfaga de frio viento congelando tuberías, grifos de agua, charcos y lanzando bolas de nieve que no hacían más que propiciar guerras de nieve entre los amigos, el invierno casi terminaba, así que Jack tendría poco tiempo para divertirse sin embargo algo extraño llamo su atención. La arena de Sandman siempre había sido dorada ¿entonces porque había un hilo de arena negra? Jack persiguió aquel tenue hilo de arena negra para ver hacia donde se dirigía y entonces descubrió un lugar en el cual no recordaba haber estado antes, se coló por una extraña puerta para poder encontrarse con un niño que parecía estar sumamente aterrado con los ojos brillando de verde. — Amiguito, ¿todo está bien? —
