... Acepto tus sentimientos Tormund, aunque no comprendo del todo el porqué los tienes, pero has demostrado la pureza de ellos y la sinceridad... Aunque no estoy segura de poder corresponderlos, nunca he amado a alguien como pareja y siempre pensé que mi vida era destinidada a servir, pero puedo conocerte, puedes conocerme y si sigues sintiendo lo mismo, entonces... Será lo que deba ser.
-No podría asegurarse que los hombres libres fueran grandes pensadores: y no por ello se descarta en ellos cualquier tipo de inteligencia esperada por el hombre. Era más bien que en ellos el razonamiento se enfocaba en la pura superviviencia: evidentemente no era gratuito que tuvieran éxito al sobrevivir en climas y terrenos tan hostiles para el ser humano. Por ello, mientras trataba de entender por qué era tan difícil de creer en su genuino interés por Brienne de Tarth, éste lució confundido pero mostrando una de sus sonrisas de criatura:parecía entender nada, pero tener todo muy claro: para él, la Mujer Grande era deseable, amable y digna de su lealtad.
Los Lores Sureños eran un montón de imbéciles si no la veían de la misma forma; indignante pero, a su vez, conveniente para él. -
Tormund sabe que el amor no se construye en un día. Si sólo me das la oportunidad de estar cerca, puedes dejármelo todo a mí: seré paciente y cauteloso. Y muy insistente.
-Suspiró con pesadez, y poco a poco fue retirando a su fiel espada del cuello de Tormund, la enfundó nuevamente, pero mantuvo su mano derecha en la empuñadura, colocó su mirada en el extremo izquierdo, evitando mirar al hombre libre directamente a los ojos, no sabía que hacer o decir, las situaciones de ésa índole siempre fueron ajenas para ella, razón por la cual no sabía como reaccionar ante los cortejos del matagigantes, además de que por sí ya eran extraños. Se quedó pensativa incluso una ansiedad comenzaba a adueñarse de su cuerpo ¿debía huir como siempre o hacerle frente a su destino?.- Eres una persona muy insistente... ¿Cómo puedo saber que no es un simple capricho? Todo esto es muy extraño para mi, toda mi vida la dediqué a luchar y aprender de ello. No sé lo que es amar, no creo poder ofrecerte eso porqué no sé como se demuestra el amor, pero quizá, si demuestras ser honorable, pueda darte mi lealtad.
No, no hay broma en-... -Pronto buscó defender no sólo el honor de ella sino el propio: pero la hoja de acero valyrio ya rozaba su garganta incluso antes que pudiera seguir hablando. Lo más estrafalario de todo es que, en vez de mostrarse asustado, sonrió ampliamente: aquello parecía , ante sus ojos, un cortejo digno de los hombres libres. Si iba a tener que soportar una paliza para al menos poder estar cerca, con gusto se tragaría todos los golpes.- ¿Quieres rebanarme el cuello? Hazlo. -Exclamó, con la voz ronca y acento marcado.- Pero antes escucha lo que te digo: Tormund no juega. No es un niño. Pero se siente como uno cada que te ve, Sir Brienne de Tarth. Si deseara a una Mujer Libre , estaría por allí persiguiendo a una Mujer Libre.
Pero estoy aquí, con tu acero en mi garganta. A la mierda los lores sureños y sus ladys. Tú eres más grande que todos ellos.-Terminó de hablar y parecía que el fuego le ardía en la mirada: estaba apasionado.- ... En todos los aspectos.
Realmente no sé que pretendes o si te parece gracioso perseguirme, si es simplemente una broma, de ser así, yo no soy alguien con quien jugar, porqué no hay nada más despreciable que los hombres que juegan con los sentimientos de una mujer.
-Con cierto ahínco y enfado desenfunda su espada y la apunta directo a la garganta de hombre, entrecierra sus párpados y los vuelve a abrir para colocar su fiera mirada sobre la del mata gigantes, frunce el entrecejo e incluso uno de sus labios tiembla.-
Alejate, yo no soy como las mujeres libres, ni como una mujer normal si quiera...
Los sureños se han encargado de decir que la gente libre somos como animales. Pero no es así. No soy un Lord perfumado, pero sé que puedo hacer todo lo posible y más por hacerte feliz, Brienne de Tarth.
Nuestros. ¿Los imaginas? Enormes, fornidos. Besados por el fuego o por el sol, como tú. Con grandes ojos azules que serán lo último que muchos vean antes de morir masacrados por nuestras fieras. Destruirán cráneos con un puño, ya verás.
