Yang sin duda daba lo mejor de si con la intención de proteger a los demás, inclinó su cabeza para sentir mejor el tacto de su mano pero enseguida sus orejas se movieron, detectaba el sonido, la tierra abriéndose a su paso, temblando en cada pisada y el aleteo salvaje. — Yang...— le llamó, era ahora o nunca. — Tienes razón, hay que apresurarnos. — al igual que ella lucía realmente asustada pero sabía bien que esos sentimientos podían atraer más y más grimm volviendolas un blanco realmente fácil de detectar. Se acercó lo suficiente para depositar un beso sobre su mejilla y dió una palmadita en su hombro. — Vamos, habrá más de eso cuando regresemos. —