Le gustaba cuando Yang hablaba de las cosas buenas, admiraba a su padre quien no dejo de estar para ella ni un solo día cuando sucedió esa tragedia con su brazo. Sonrió al sentir que acomodaba un mechón de su cabello y se encogió tímida en su lugar con la cercanía. Estar cerca de ella ocasionaba algo...—¿Que tu padre no tiene como mil años? — levantó una ceja sin dejar de mirar esos amatistas de la más alta, ambas miradas fijas, con tanto que decir sin ser capaces de hacerlo.