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80-89, F
Consorte de Enrique VIII
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Anne Boleyn (Norfolk o Kent, h. 1501-07 - Londres, 19 de mayo de 1536) fue reina consorte de Inglaterra por su matrimonio con Enrique VIII y primera marqués de Pembroke.1 Murió ejecutada tras un discutible juicio y fue madre de la poderosa reina Isabel I, uno de los más importantes monarcas de la historia británica.

Su fecha de nacimiento solía fijarse en 1507, pero los historiadores más modernos la datan en 1501.2 Ana fue la segunda esposa del rey Enrique VIII y la madre de Isabel I. El matrimonio de Enrique y Ana y su posterior ejecución, fueron parte del complejo comienzo de la considerable agitación política y religiosa que fue la Reforma inglesa, con Ana participando activamente en la promoción de la causa de la reforma de la Iglesia. La han llamado «la reina consorte más influyente e importante que Inglaterra ha tenido nunca».3

Ana Bolena es popularmente conocida por haber sido decapitada bajo acusación de adulterio, incesto y traición.

El embajador veneciano en la corte de Enrique VIII que conoció a Ana en 1532 escribió, «no era una de las mujeres más hermosas del mundo», sin embargo otros conocidos la consideraban «completement belle» (absolutamente bella) y «una mujer joven y apuesta». Un historiador ha compilado todas las descripciones y concluye así:
«Nunca se la describió como una gran belleza, pero hasta aquellos que la aborrecían admitían que tenía un encanto exacerbado. El cutis oscuro y el pelo negro le daban un aura exótica en una cultura que veía la palidez blanca como la leche como parte imprescindible de la belleza. Tenía unos ojos especialmente notables: 'negros y hermosos' escribió un contemporáneo, mientras otro afirmó que eran 'siempre los más atractivos', y que ella 'sabía bien como usarlos con eficacia'.»
La gente parecía atraída principalmente por el carisma de Ana. Causaba buena impresión con su gusto por la moda e inspiró muchas tendencias entre las damas de la corte. En una visión retrospectiva, fue probablemente el mayor icono de la moda inglesa de principios del siglo XVI. William Forrest, autor de un poema contemporáneo sobre Catalina de Aragón, elogió el «excelente paso» de Ana y su habilidad como bailarina. «Aquí», escribió, «era [una] lozana doncella que podía dar un tropiezo y seguir adelante.»
«El encanto de Ana estaba no tanto en su aspecto físico, como en su viva personalidad, su elegancia, su agudo ingenio y otras habilidades. Era baja y ostentaba una sugestiva fragilidad … destacó en el canto, componiendo música, bailando y conversando … No era sorprendente por tanto, que los jóvenes de la corte pulularan a su alrededor.»
Era una devota cristiana en la nueva tradición del movimiento humanista del Renacimiento (calificarla como protestante sería una exageración). Hizo generosas donaciones y cosió camisas para los pobres. En su juventud era «dulce y alegre» y disfrutaba con los juegos de azar, bebiendo vino, y chismorreando.
Era valiente y emotiva. Sin embargo, según sus enemigos, Ana también podía ser extravagante, neurótica, rencorosa y malhumorada.
«A nosotros nos parece religiosamente inconsecuente, más que agresiva; calculadora, más que emotiva; con un ligero toque cortesano aunque con gran control político… una mujer que tomó el control de su propia situación en un mundo de hombres; una mujer que hizo que su educación, su estilo y su presencia pesaran más que las desventajas de su sexo; pasó de ser moderadamente bien vista, a conducir una tormenta en la corte y al Rey. Quizás, al final, es la evaluación de Thomas Cromwell la que esté más cerca: inteligencia, espíritu y coraje.»

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