Le sujetó el mentón con delicadeza, manteniendo su rostro firme; mientras, él comenzó a esparcir besos por sus mejillas, bordeando su rostro hasta llegar a su oreja, misma que aprisionó entre sus labios por unos instantes. Después fue bajando de a poco por el blanco cuello hasta llegar a su hombro. Inhaló de su aroma, se embriagó de él, y por fin se decidió a colar su tacto por debajo de su falda, subiendo hasta su muslo y oprimiéndole con levedad.

—Eres perfecta—. Musitó—. Pero eso seguramente ya lo sabes...

¡Aún me quiere! (*) Fue todo lo que fue capaz de pensar en ese momento. Era cierto que no lo había tratado bien cuando estuvo embarazada pero en el fondo siempre lo quiso. La manera en que la besaba, en que aprisionba su cuerpo, todo eso le hacía recordar los momentos más bellos que había vivido. Su piel se erizó con el contacto de esas manos que tan bien conocía. Todo en ella empezaba a despertar, era como una flor buscando el sol (*)

¡Fuegos artificiales! Sus palabras causaban en él una especie de encantamiento. ¿O quizá era su voz, su aroma? ¡Toda ella! De a poco, fue bajando el tirante de su blusa, permitiéndose sentir más. Esos labios sabían a fresa: esa era la forma en la que describiría el sabor de su saliva. Sus dedos, descendieron lentamente hasta envolver su delgada cintura, su magro talle; ahí, haló de su cuerpo para apegarlo al propio. ¡Era una mujer angelical!

—Y yo te quiero a ti...

(*)¿Y cómo podía decir que no? Claro que lo quería y era una idiota si no lo reconocía. Aquellas manos, aquellos labios parecían funcionar sobre ella de un modo casi mágico. (*)
Sí Finn, te quiero.

Sólo sonrió, sin dar tregua a una respuesta. Volvió a adueñarse de sus labios, aquellos labios que tanto había adorado, y que al parecer, lo seguía haciendo. Profundizó el beso, y su mano fue recorriendo la tersa piel de la fémina.

—Quinn... ¿Me quieres?—Dijo en un susurro.

Y si esta vez sí fuera tuyo?