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La espadachina de cabellos dorados había llegado.
—¿Estas bien? Tranquilo, has hecho un buen trabajo, ahora te salvare—
Más esas palabras más que dar tranquilidad a Bell se hundieron en su corazón como una estaca.
"¿Otra vez lo mismo? ¿Otra vez voy a ser salvado por ella? ¿Siempre será la misma cosa?" El chico con apariencia de conejo se puso de pie, ignorando su herido y magullado cuerpo. "Si no supero esto ¡¿Cuando se supone que voy a alcanzarla?!" Este tomo del brazo a la persona que admiraba. —No puedo, no puedo dejar que Ais Wallenstein me salve ¡De nuevo!—
 

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