Había decidido ingresar a la recámara de la chica a la cuál le puso el ojo desde un principio, el sabía bien que era un total desconocido y eso sería lo divertido. Ningún cerrojo o seguro sería lo suficiente para detenerlo por que tenía maña para poder abrir cualquier candado que fuera alguna especie de obstáculo por lo cual fue rápido allanar la morada. El cuarto desprendía un aroma muy propio y personal y eso le causaba cierta placer.
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La cama se hundia por el peso "extra" debido a que el varón se sentó a una lado de la fémina con el fin de observarla a detalle en ese momento diurno de descanso. Fue breve por qué se aburrió de verla tan plácidamente, por lo mismo se le ocurrió despertarla de una forma "rara".
Inclinó su cuerpo para acortar distancia entre ambos rostros y hacer más fácil su fechoría que consiste en soltar una gran lamida como lo haría un perro de gran tamaño