— ¿Desde cuándo se había vuelto tan sonriente? Intentaba negar lo que estaba naciendo no era algo común que ella pudiese sentir, más allá de tristeza, desánimo, pereza, o ganas de satisfacer instintos primarios. — Dejemos esa planta crecer. Somos muy ecologistas últimamente, ¿no?

-No dudó de probar de su saliva tras llevar sus yemas a sus labios, aumentando su sonrisa de medio labio. Con su siniestra, tomó la mano homóloga de la oceánida, con la búsqueda de guiarla y orientarle, en lo que más puede.- O puedes reprimirlo para extinguirlo o... expresarlo, para que florezca. ¿Ves?

— Tenerle sosteniendo su lengua le hizo ocultarla de inmediato, se habría sonrojado de tener vergüenza, así que solo le sonrió de medio lado. — No, cínico, no puedo. ¿Qué debería hacer con eso? —agarró uno de los mechones verdes para tirar de ellos con suavidad. —

Vaya... Ese tipo de cosas no es lo que tú harías... -Giró la cabeza, observándola con aquella chispa que desde mucho y hacia adelante se hacía característico de él, tomándole su lengua con el índice y el pulgar de su diestra.- Pero no puedes quitarme de tu mente... ¿Cierto?

Nngh! —huyó de ese agarre, negó con la cabeza. — pues sí, el moho es invasivo, acabo de decírtelo, ¿no? —le mostró la lengua, juguetona de cierta manera.

¿E-eh?... Pero el moho es la podredumbre de las cosas... ¡Me niego a ser eso ahora! -Protestó, pero de cierto modo una pizca de felicidad le dominó, al punto de tener la osadía de acercarse a zancadas, y a tomarla de las mejillas, estirándoselas con fervor.- Entonces... ¿Sí hay algo?... No sabías que pensabas en moho...

— Dejó que el avión fuese a parar a su cabello, de dónde lo sacó. ¿Un corazón? Lo guardó en un instante dentro del bolsillo. — ¡Eres verde como el moho! Yyyy también así de invasivo. En cuanto no te das cuenta te instalas en lugares y ya no se puede dejar de pensar en ti.

¡Oye! ¿Tiene algo de malo?

-Arqueó una ceja, y en una rápida reacción a la venida de la esfera blanca, la tomó con la mano derecha. Una vez en su palma, expandió el papel, y con él, realizó un avión, con un corazón en una de las alas, para lanzarlo en dirección a las hebras de su compañera.-

Parece que conoces del tema, causante de la desgracia. —le arrojó una bolita de papel que arrugaba en la mano. —

¿Qué buscas entender? Supongo que has descubierto un nuevo sentir últimamente...