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B1580035 · M
En los tiempos frecuentes del invierno, Banta optaba por sacar a los muchachos y muchachas a correr en las afueras de la ciudad. Pese a ser una actividad complicada, fortalecía no solo los cuerpos, sino la respiración (supremo valor en el boxeo) y el ritmo de marcha. Él se sumaba generalmente a las corridas, pero dado que se encontraba con una lesión en la rodilla, observaba con parsimonia a los corredores hasta que se topó con queridas figuras para él.

—¡Sada-chan! —dijo con una sonrisa, afirmando a lo que decía, más sus ojos fueron ante la pequeña, la cual encontró muy grande— ¡No puede ser! Hola, Miyu-chan, cada día estás más grande, vas a superarme algún día...

Dijo sorprendido, inherente que su propia vejez fuese reflejo de la nueva generación.

—Tiempo sin verlas por el barrio, están las dos preciosas. Una pena que Kumi no se encuentra aquí, de seguro se alegra de saber de ustedes.
-Cuando cruzaron la calle se sorprendió al ver al hombre, tenía recuerdos muy borrosos de este pues era muy pequeña cuando lo conoció o eso había dicho su madre cuando la presento, alzo la mirada pues aún era pequeña de estatura por supuesto, y le sonrió amablemente.-

こんにちは!
abesada · F
¡M - Miyu, él! Él es Banta, ¿recuerdas? El boxeador del que te hable hace unas semanas. Ven, ven.

Semejante casualidad no ocurriría a menudo; menos considerando que tenía años de haberse mudado del barrio donde había conocido a Azagawa. ¿Qué hacía el hombre por allí? Sin pensarlo, Sada tomó de la mano a su hija y cruzó la calle en alto, para ir a darle encuentro.

¡Azagawa San! Y - yabai, hace tanto tiempo... ¡Te ves bien!

Claro, no tardó en obviar la presencia de su hija ; es su orgullo.

Ella es Miyu. ¿La recuerdas? Él te conoció cuando eras muy bebita, cariño.

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