Lo escuchó con paciencia, nata aprendiz que observa, escucha y ejecuta. Ni bien notar que Banta había sangrado por el jab bien colocado de uno de sus alumnos, Sada fue por unas gasas húmedas que cargaba en su mochila del gimnasio. La idea era curarlo, si se necesitaba, pero la herida era francamente nimia. Se curaría prácticamente sola, así que desistió. — Comprendo. Entonces es normal lastimarse pero aún así no usó protector... Né, me retracto. Creo que no es salvaje, sólo algo masoquista. — Le hizo un juego de cejas, sonriendo de lado. Eso fue lo último que le dijo antes de caminar de vuelta donde Kana Chan, para seguir entrenando.
