…Supongo cada quien tiene sus maneras de complacerse o auto torturarse. ¿Quién soy yo para juzgar? —No era muy apegada a esas normas que implican el toque pero de decidió por aceptar la mano que la invitaba, tal vez ella misma, intrigada.—
**Una gélida brisa sentia trepar por la espaldaa del rubio; no por temor, no por nervios... sino por el palpitante deseo de saciar su curiosidad, misma que se manifestó con una mueca arrogante y entretenida, un gesto que solo desafiaba al peligro que infundia el sueño eterno, pero el no temía. — La atracción a lo desconocido, pero... — ofreció su mano en un gesto de cortesía, induciendo a acompañarle. — ... más que nada, el placer que este puede ofrecer. — **
Tan poético… —Musitó aunque su voz era ausente de una clara emoción. A la vez, no se movió cuando el se acercó, dejando lucir lo que parecían ser pequeños colmillos en su sonrisa.— ¿Qué clase de atracción es ésa? —Se preguntaba si era porque olía a galletas, independiente de en aquél momento nada en ella era aparente de ese yo suyo que exhibía la mayor parte del tiempo.—
** Dio un paso, aunque se detuvo al escucharle. —Peligroso, y al igual que la polilla se siente atraída hacia la luz, sabiendo de su inminente perdición, he de acercarme. — replico continuando con sus pasos hasta ella. **
