Fuera de asustarse, la muchacha sonrió.

—Está bien, lo siento. ¿Ya quiere que le haga la pedicura?

Se le pudo observar exhalando fuego azul directo de su nariz con la sola mención de sus antiguas mejores amigas. — Vuelve a mencionar los nombres de esas traidoras frente a mí. Y te dejaré la cara igual que Zuzu. —

—Mi señora, no soy una sirvienta. Yo soy su nueva compañera, viendo que Ty Lee y Mai ya no la acompañan.

Ignoró las palabras del rarito del Boomerang. Atendió a la supuesta sirvienta. — Normalmente la servidumbre no pide nada. Solo sirve, por eso se llaman así. — En realidad lo está considerando. Tan aburrida está. Que puede enseñarle a alguien a quemar a sus enemigos. Por qué no.

—¿Esa es su orden? —Sonrió la joven—. Haré lo que me pida, señora, a cambio de que usted me enseñe lo que sepa del fuego-control.

—Hasta donde yo sé, ninguna princesa loca llegó al trono –dijo con un tono mínimamente molestón, cruzado de brazos.

— Puedes empezar por arreglar mis pies, plebeya. Y no te atrevas a cometer un error. No querrás saber lo que le pasó a la última persona que arruinó mis uñas. — Se sentó en su trono. Segura de que solamente es la nueva sirvienta.

—Felicidades. La felicito totalmente, señora Azula. —Se inclina con respeto—. ¿Y qué hará ahora?

— Firelord, en realidad.

—Toda una diva (?)