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Te sienta el carmín.
—Un hilo del mismo color caía por la lámina que ahora se aflojaba en su mano. Empezaba a llover, una discreta limpieza de aquella impureza que yacía delante de ambos. Un término limpio para un día que se volviera agitado con sutiles aromas de sangre y muerte pese nunca haber deseado compartir semejante escena con Azrael. Fue inevitable, tanto como su victoria fue asegurada. Finalmente, la lluvia cargaba tranquilidad, como si nada hubiese sucedido en aquél lugar.—

Crees que tu Dios está velando por mí? Independiente de mis razones tengo las manos bañadas en la sangre de aquellos que maté y seguiré cazando. —Alzó el rostro como si viera el cielo, sin embargo sus párpados se encontraban cerrados, buscando purificarse de algo demasiado clavado en su cuerpo y alma.— ...Estoy feliz de haberte conocido.

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