Azariel

*Caminaba de su mano, ya no le importaban los escaparates, ni las personas a su alrededor. Solo sus zapatos blancos y la falda del vestido blanco que se ondeaba con cada paso que daba. Sonreía tontamente, distraía sin darse cuenta de este hecho hasta que entraron a la peluquería.

Vio a mujeres con colores en la cara, el cabello peinado de maneras extrañas o de colores brillantes, vio que a algunas les tomaban las uñas de las manos e incluso de los pies.

Miró a su alrededor pero Azariel interrumpió su ensimismamiento cuando la levantó para colocarla en una de estas sillas. Entonces algo impensable sucedió.

Zoé miró al frente con una expresión de sorpresa y terror. Se aferró fuertemente a los apoyos de la silla y se hundió en esta pues la persona que estaba frente a ella lucía exactamente igual que Zoé.

—¿Q-Quien eres tu? —Pero le vio hablar, más no escuchó su voz, la vio tener la misma expresión de sorpresa que ella, pero copiaba sus movimientos. Entonces al no recibir respuesta, extendió sus dedos de la diestra al frente para alcanzarla, pero ella también lo hacía. ¡Qué situación más extraña! *

*Pero a Zoé ya no le llamaba la atención correr, pues su atención estaba puesta en una sola cosa. Se miraba los pies a cada paso, con los zapatitos blancos contrastando con el suelo de loseta azul. Parecía que caminaba sobre el agua del mar. Sonreía tontamente y encantada de lo que acababan de obsequiarle.

Así caminó hacia la caja sin alzar la vista, moviendo los pies para lucir sus zapatos nuevos. Cuando escuchó la caja registradora abrirse y él entregó el dinero, la rubia alzó la vista a él y le sonrió.

—Gracias —Fue lo único que pudo decir, feliz, sincera, como una niña a la que acabaran de obsequiarle la primer muñeca.*

*Sonrió al ver las piezas que les acercaban las vendedoras. Zapatos negros, blancos, con brillos, de charol, con flores, zapatillas, sandalias, con correas. ¡Toda una gran variedad de modelos! Sería difícil escoger, más por que nunca había usado zapatos, pero le gustaba como se veían los zapatos del mayor y más aún, como lucían los pies de las empleadas con esos tacones. Pero ninguno de los zapatos que le habían acercado tenía esas cosas puntiagudas debajo, es decir, el tacón, pero no sabía como pedirlo. Igual no creía poder soportar caminar de puntas todo el tiempo.

Finalmente, se decidió por unas zapatillas flats de color blanco. Eran bonitas y blancas, cómodas. Alzó la vista hacia el azabache y le sonrió señalándole su pie.

—¿Te gusta? A mi me gusta. ¿Se ve bien? —y movió el pie de adelante a atrás para lucirlo, y volvió su vista al pie y luego al mayor y luego de nuevo al pie esperando su respuesta.*

*Era extraño. Para Zoé, el ser llevada y traída en brazos, le parecía poco práctico. No podía moverse o ir a explorar lo que llamara su atención, pues el azabache la transportaba como si fuese una mascota o un costal. De nueva cuenta la bajó para sentarla en una banca y le ordenó que no se moviera.

—¿Por qué debo quedarme? ¡Ey! Esos se parecen a los que tienes tu! —exclamó la chica, dejando atrás a las dos mujeres que iban a atenderla, y corriendo hacia el aparador donde el calzado para caballero se exhibía.

Revisó el escaparate, hasta que vio unos mocasines, y luego vio los zapatos negros de Azariel.

—¿Por qué los tuyos son negros? Con blanco. Quizás deberías usar esos que tienen blanco, a los ángeles nos va mejor el blanco, ¿no lo crees?

*Las mujeres se quedaron pasmadas al ver como la levantaba y salía del vestidor con la chica en brazos como si de una muñeca se tratase.

Zoé solo sentía las diferencias en la altura cada que la alzaba y la bajaba y la sentaba para esperar. Se miró los pies calzando lss enormes pantuflas y se quedó pensando en las mujeres que se quedaron en el vestidor cuchicheando.

—Oye... —Dijo la rubia en voz baja mientras ahora se peinaba los cabellos con los dedos—¿Qué es novia?— y entonces alzó la vista al mayor con una expresión curiosa e ingenua, justo en el instante en que una de las empleadas se acercó para avisar que la ropa estaba lista para ser pagada.*

*Por primera vez, caminaba entre esas calles a la luz del día. Hacía aún un poco de frío, pero gracias al abrigo, solo su cara sufriría el clima. Llegaron a una avenida donde los escaparates eran la atracción.

Habían cosas de colores, cosas brillantes, ropa como la que usaba el mayor. Ropa linda, ropa que inexplicablemente, llamaba la atención de Zoé.

Entraron a una de las tiendas y notó la expresión admirada de las empleadas, sonreían y se sonrojaban. Un par de ellas se desvivió por atenderlo y sonreír como si fuese algún actor o político.

—¿Quién eres? ¿Su hermanita? —preguntó una de ellas mientras retiraba las pesadas y holgadas ropas de Zoé.

—Debe serlo. Es muy pequeña para ser su novia—Dijo una de ellas a la entrada del vestidor, cargando un hermoso vestido de algodón y bordados en el escote.—Un hombre así, tendría a una mujer como yo—Concluyó mientras se acomodaba el cabello con cargada vanidad.

—¿Cómo se llama? ¿Me darías su teléfono? Ah! Ya sé! Preséntamelo.—Zoé se sintió abrumada. No entendía que querían decir pero solo dejaba que la vistieran y juzgando como se veía, dejaban las prendas o las descartaban.*

—Ter... ¿que? —Vio el sandwich caer al plato. Apenas llevaba unos cuantos bocados cuando la bajaron de la barra y de repente su cabeza comenzaba a moverse de un lado a otro mientras la amarraban el cabello.

Bolas de un lado y restirado de otro, el peinado lucía... "bien" (?) pero Zoé no tenía idea pues no fue capaz de observar su facha en algún reflejo.

Pronto la ropa superaría a la menuda figura de la rubia pareciendo una especie de huérfana de algún cuento de Andersen.

—¿Vamos? ¿A dónde? —Preguntó mientras intentaba sacar la mano de la holgada manga del abrigo y verse los dedos para ver si lograba alcanzar el último trozo de pan. —E-Espera... casi... casi... —pero él se alejaba y Zoé se tuvo que resignar a seguirle rápido o la dejarían atrás.

—Ey! ¿A dónde vamos? —preguntó de nuevo.

*Ni tuvo tiempo de opinar, pues apenas se dio cuenta, ya iba de cabeza mirando al suelo y los zapatos del azabache. Ahora de día, podía ver mejor los pisos de loza y algunas pelusas por el pasillo. ¡Nunca había visto una pelusa en su vida! El cabello le colgaba por ambos lados de la cara limitando un poco la visión, pero pudo notar que estaba enredado y desordenado, no lucía brillante y lacio como antes de caer.

Entraron a la cocina y de súbito ya estaba sentada en la barra, con los pies colgando de nuevo y viendo al mayor moverse con destreza en el lugar, sacando utensilios, pan, todo lo necesario para prepararle la comida

Observó atenta al plato que le dejó frente a ella, que no paraba de sonreír admirada.

—¿Qué es esto? —Preguntó Zoé alzando la tapa del pan. Era demasiado sencillo, queso amarillo, jamón, mayonesa y pan, pero para ella, era la octava maravilla del mundo —¿Como aprendiste a hacer esto? Debió tomarte mucho trabajo aprenderlo! —y con cuidado, tomó el sandwich y tras un breve "Gracias Dios por los alimentos" lo acercó despacio a su boca y lo mordió.

Nunca había probado algo tan sabroso.*