La pregunta hecha por Ayato le tomó por sorpresa, sus ojos se ampliaron, sus mejillas permanecieron enrojecidas y su mirada titubeó un momento, al bajar una que otra vez, intentando no verlo directamente a los ojos. ¿Qué podía contestar? De cierta manera sabia que una respuesta errónea terminaría afectándole directamente a ella y una positiva podría cambiar muchas cosas; dudó por un instante, pero con firmeza y decisión elevó la mirada, la sostuvo y en un sutil tono de voz, finalmente respondió. — Ayato-kun... Claro que me gustas, como me gustan todos los demás. — Su respuesta no fue tan clara, al menos en su mente lo había sido, pero seguramente no había podido explicar de mejor manera esta. Se quedó pensativa, sabia que si lo dejaba así, Ayato lo tomaría por otro rumbo. — Todos me agradan y, claro, todos son atractivos, cualquier chica lo diría y lo aceptaría. — Después de soltar esas palabras, liberó lentamente aire por la nariz, intentando evitar el suspiro que quería salir de su b

Había algo en esa "presa" que hacía al muchacho dudar, su sangre era deliciosa, un jugo mágico que sacaba lo peor de él, pues siempre quería más. Pese a todo, esa mujer era diferente a las otras que sus hermanos y él habian devorado en el pasado, simples refrigerios que no dejaban de ser eso, simple alimento.
Yui provocaba en él una atracción diferente, su cercania hacía que el vampiro deseara que no se alejara, que se detuviera el tiempo para poder mirarla un poco más .
— ¿Te gustó, chichinashi? — cuestionó liberando lentamente el cuello de la muchacha sin apartar sus ojos esmeralda de los magenta.

— Solo dije algo que es cierto. — Respondió a la primera pregunta y para la segunda, negó un par de veces con la cabeza. — N-no, no es así... — La respuesta segunda, salió en un tono de voz muy bajo, nervioso y temeroso. Claro que no le gustaba hacer enojar a Ayato, a nadie en particular y mucho menos sabiendo lo que le podía esperar. Tal vez había cruzado la línea esta vez y eso se reflejaba en su mirada, la cual estaba clavada en Ayato; tristeza, miedo y angustia es lo que se podía percibir en ese par de ojos magenta, unas expresiones tan remarcadas y para este punto, típicas de la rubia. Por un momento achicó la mirada y llevó ambas manos a su pecho, tratando de tranquilizar los alterados latidos de su corazón, el cual bombeaba y creaba un flujo de sangre mayor en su pequeño cuerpo. Tragó saliva, pues percibía como la mirada de Ayato cambiaba de una zona a otra, al mirarla; sus nervios iban en aumento.

— ¿Por qué dices cosas como esas? ¿Acaso disfrutas haciéndome enojar? — retiró muy lentamente el dedo que cubría sus apetitosos labios con la intención de que respondiera a sus preguntas.
Esa sensación de miedo en los ojos y cuerpo de Yui hacían que Ayato se sintiera atraído hacia ella, a pesar de que él no era consciente del por qué.
Su esmeralda mirada intercalada entre los ojos y los labios de Yui, por breves instantes, contemplaba cada reacción y gesticulación.

— ¿Hm? — Todo fue tan rápido, en un par de segundos su cumplido había querido atrás y ahora se veía siendo callada por Ayato. Su cuello fue tomado por Ayato, sintiendo ahora la cercanía entre ambos cuerpos, algo que le ponía nerviosa y eso se notaba en sus mejillas más enrojecidas de lo común; así mismo, sus labios fueron sellados por ese dedo, indicándole el silencio que debía tomar, de alguna manera se había dado cuenta -O eso pensaba ella- que Ayato se había molestado por su "tonto" comentario, y aún así, no se retractó de ello, pues era lo que pensaba.

— Tch...— chasqueó la lengua desviando la mirada, no quería aceptar que aquel cumplido le había tomado desprevenido. Él no era de la clase de chicos vanidoso, debido a la forma como creció y el círculo de hermanos con los que convivía, era complicado que se acostumbrara a los cumplidos o piropos.
Su reacción le dejó sorprendido a él mismo, tomó a Yui por el cuello atrayendo su fisionomía hacía él y tapó con el índice de su otra mano la boca femenina oprimiendo el dedo contra sus suaves y rosados labios.
— Calla, tú ... — entrecerró los párpados sin apartar la vista de ella.

— Ayato-san, te quedan bien los anteojos. Incluso te ves más... — Su tono de voz fue disminuyendo a medida que hablaba, quedando un hilo de voz en la última palabra siguiente. — ... Atractivo. — Sus mejillas se colorearon en carmín y la mirada magenta de la fémina bajó, buscando ocultar el nerviosismo al aceptar algo evidente como la atracción que el pelirrojo podría sembrar en cualquiera.