Bostezó. No recordaba cuando había dormido una noche completa en casa. O el pequeño Charles tenía insomnio brincando por todas partes o su padre le causaba el insomnio a ella por claras razones. Para gastar la energía de su hijo fueron al parque, y ella estaba hojeando las fotografías de una carpeta mientras su hombre perdía toda su rudeza cuidando al niño. Aún iba a las subastas cuando podía, pero los objetos en cuestión eran cada vez más.. Extraños.
Confiaba plenamente en él, ya que siempre se había asegurado de mantenerles a salvo en todo ese tiempo. No obstante, cuando lo veía con atención como en ese instante recordaba a esa bestia que conoció por primera vez, también los rumores que habían nacido una vez lo investigó. Su mente jugaba con la idea de que podría lanzar al niño por los aires, lejos o rugirle en la cara si lo hacía enojar. Era una pésima madre, pues la idea le hizo reír. Se levantó y caminó hacia ellos cerrando la carpeta. — ¿Aún no se ve cansado?
Charles era extrañamente pequeño para él. Eso en cierta forma le disgustaba, pero entendía que eventualmente crecería y que posiblemente llegaría a alcanzar su majestuosa estatura, pero realmente Charles tenía aquel aspecto místico y hermoso de su madre, aún en aquella tan temprana edad. Lo tenía enarbolando, en alto, sosteniendolo como si fuese un objeto extraño al que estudiase, con la dificultad de que nunca lo entendería. Era la prueba de que él no sólo era capaz de traer destrucción, también podía crear vida. Le sonrió, tras la hirsuta y salvaje barba y el pequeñín le correspondió con alegría y saltó a su pecho como una araña.
