—Disiento —respondió calmo—. Ni el silencio ni la solitud deberían definir únicamente la posibilidad de reposo.

Estaría ahora dando una vuelta por aquella peculiar aula registrando cada rincón hasta que tomó —de suerte— una de esas hojas sutiles que el viento mecía a voluntad.

— Es cierto. ¿Te digo algo? Cuando estoy sola, se me quita el sueño. Es raro, porque debería ser lo opuesto ¿no? Silencio es igual a descanso.

Lo imita, permanece observando algún punto fuera de la ventana.

—Fresco y tranquilo, ¿no es cierto? —mencionó desde la puerta y viendo únicamente hacia la ventana—. Pienso que apartarse de la excesiva humanidad hace bien a la mente.