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AudricVilar Β· M
Como era su costumbre, habΓ­a escogido una de las mesas mΓ‘s apartadas, de cara al lugar y contra uno de los muros. "Nunca le des la espalda a la puerta". Era una de sus mayores manΓ­as, y la ΓΊnica forma en la que se permitΓ­a alterar y entumecer sus sentidos en un lugar como aquel; bajo una falsa ilusiΓ³n de mantener cierto control en todo momento.

Entre trago y trago, sus ojos cansinos brincaban de forma incesante y discreta de un lado a otro, evaluando el lugar entre la humareda de tabaco que espesaba el aire y dificultaba la visibilidad en el ya de por sΓ­ mal alumbrado tugurio. La barra, la entradaβ€”un hombre y una prostituta se marchabanβ€”, el resto de las mesas.
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