Al escuchar la voz del pelilargo sus ojos se abrieron de par en par y perfiló el rostro para verlo, sin poder disimular que se le estaba asomando una sonrisilla.

— Tú otra vez —sonó todo lo contrario a molesta, aunque hizo por fruncir el ceño. Así que antes de que este se diera cuenta con lo perceptivo que era, devolvió la mirada al televisor y le ofreció la bolsa de papas, las cuales ya estarían trituradas por la presión que ejerció en la bolsa al aferrarla a ella.

Bien, el robo sería imposible. Tomó una almohada y se tumbó a un lado boca abajo; era hora de la negociación.

— ¿Me das una papita? —

Sin descuidar lo que ocurría en el televisor, de reojo percibió la figura de alguien serpenteando por allí. Así que se afirmó celosamente a dos cosas: la revista y su bolsa de papas. (?)

Ve si puede robar la bolsa de papitas.