—Y así regresamos al origen... Que no quieras que te salven o que nadie quiera salvarte no significa que nadie pueda hacerlo.— Notó la cara de fastidio de su compañera, era incluso lindo ver una expresión distinta a ese ceño fruncido, esa expresión de estar enfadada con el mundo, más no la culpaba... Todos guardaban secretos, también ella lo hacía. Casi rió ante la idea de que NERV pidiera traumas infantiles no resueltos en el currículum de sus pilotos.
—Deberías sentarte a mi lado, Princesa. ¿Qué vas a obtener estando tan impaciente?— Extendió su diestra contra el suelo, palmeándolo un par de veces.
– ¿Eterna? Hmm –la piloto torció los labios en una mueca de burla y luego de disconformidad. Desistió en su tarea de arreglar el detalle en su guante, mejor cruzó ambos brazos a la altura de su pecho–. Sólo hasta que me muera.
Chasqueó la lengua con fastidio, no podía echarle toda la culpa a su compañera, pero no lo iba a admitir. Estaba fastidiada de esperar; comenzaba a hacer un frío infernal y el estúpido transporte no llegaba. Pronto empezó a mover el pie con impaciencia.
—Yada, yada. ¿Cuántas veces me has dicho lo mismo?— Dejó escapar un pequeño suspiro y se movió para sentarse en el suelo, abrazando sus rodillas. Esperaban a que un transporte de NERV llegara a recogerlas luego de realizar algunas pruebas, se preguntaba qué era lo que los estaba demorando. —Se que quizás no me necesitas, pero soy tu castigo eterno.— Soltó una risita, ya dejando de luchar contra el viento. ¿Ella la necesitaba? Quizás prefería no pensar en la respuesta a esa pregunta. Estúpida Mari, se decía constantemente. ¿Sigues sin entender los problemas de apegarte a las personas?
– No necesito que nadie me salve –replicó con frialdad, apretó las mandíbulas sólo de escuchar la voz de la castaña de traje rosado. Intentaba no mostrarse iracunda o afectada, ella no la miraba, sino que mantenía sus mirada de zafiro aparentemente enfocada en algún detalle en su plug-suit a la altura de su muñeca–. Scheisse –maldecía para sí entre murmullos–. No te necesito ni para morir.
—Maybe you mean... nobody will save you.— Habló en el idioma al que estaba acostumbrada. El viento había despeinado su cabello cobrizo, y alzó una mano tratando de mantener el flequillo en su lugar. —Con esa actitud que tienes, a veces hasta a mi me dan ganas de dejarte morir.— Miró a la pelirroja de soslayo, tenía la suficiente confianza como para molestarla, a fin de cuentas, no le desagradaban las consecuencias de despertar su ira.
Su melena de fuego ondeaba con el viento. Por un momento se detuvo a observar al mayor antes de que en sus labios se expandiera una sonrisa, después acompañó el gesto con un guiño, asintiendo.
