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IndraValcross · M
—No puedes comer manzanas confitadas todos los días, Astrid, te puedes enfermar.—Le respondió con una sonrisa, deteniendo su andar y agachándose para quedar a la altura de la niña. Su sonrisa se acentuó al notar que efectivamente ambos se reflejaban en esa manzana dulce —Te enseñaré a prepararlas, no es difícil. —Le acarició los lindos y suaves cabellos blancos, para después girarse un poco y ofrecerle su espalda. —¿Quieres que te cargue, a caballo? —Así como para la niña, él era el hombre más grandioso del mundo, para Indra ella era a quien más amaba en la vida, la personita capaz de sacar lo mejor de él y hacerlo olvidar incluso la envidia.
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