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Había estado gran parte de ese día avanzando su lectura, encerrada en el estudio de la cabaña, saliendo a desayunar y comer, solo cosas esenciales.

Hace un par de días, había solicitado un préstamo en la biblioteca de la ciudad y aunque haya sido recientemente, no quería tener el tiempo encima y leer a las prisas aquellos tomos.
Aunque ya era necesario un descanso. Sus ojos estaban bastante resecos por andar leyendo por tantas horas. No podía leer por más empeño que pusiera en ello. Sus ojos ardían.
 
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AsteroporaHelvella · 31-35, F
En dichas pieles, se encontraba su bola de cristal junto a sus cartas de tarot. Pero lo que trajo una sonrisa al rostro de la bruja fue encontrar a Bastet ahí recostado. El pequeño gato negro tenía sus patas estiradas en dirección a la bola de cristal, pareciendo como si estuviera usando la misma.

Tomó su largo vestido el cual alzó un poco para sentarse junto a su mascota, quién al tener el sueño ligero se estiró cuan largo es; además de dar un diminuto maullido, como si tratase de llamar su atención. La pelirroja una vez que tomó asiento, estiró su mano hacia el mínino, al cual comenzó a acariciar con delicadeza, recibiendo ronroneos de aprobación de parte de Bastet.

—¿Ahora me quitarás mi trabajo? Supongo que no puedo molestarme, el pueblo tiene ahora un muy adorable hechicero.— Rascó entre las orejas del felino, quién sólo ronroneaba más fuerte.
AsteroporaHelvella · 31-35, F
Colocó entre las páginas un botón de rosa casi seco para que éste funcionase como separador. Cerró los libros y apiló ordenadamente en el escritorio. Procedió a estirarse lo más que pudo, tronando unos huesos en el proceso. La espalda baja le causaba molestia, estar sentada tantas horas resultaba doloroso.

Una vez que dejó todo acomodado, salió al comedor en donde la única fuente de luz era una vela a medio consumir. Parecía que Elam, Thea ni Leo estaban en casa, tampoco había señales de Fiadh. Sintiéndose algo sola al ver la cabaña tan vacía, se dispuso a tomar algo de aire fresco.

Antes de salir se envolvió con una de sus capas que siempre tenía a la entrada y conjuró unas cuantas orbes de luz, las suficientes para alumbrar considerablemente afuera, donde había colocado unas pieles donde sentarse a observar las estrellas y practicar adivinación.

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