Asriel entendió el motivo de su comportamiento. Poniendo entonces ambas manos frente a sí mismo, le pidió implícitamente que se tranquilizara, para que le permitiera de ese modo excusarse.

—¡Y-yo no he sido! Solo vivo aquí, con mamá. Este es nuestro jardín. —aún tenso, señaló el cielo. Allí, erguido, se veían dos paredes de roca sólida, manifestando que -en efecto- se hallaban en lo que parecía ser un mundo subterráneo. —Humanos caen aquí a veces, y junto a mamá les permitimos quedarse en nuestra casa hasta que se sienten mejor.

Se sorprendió así mismo siendo tan valiente. —No somos hostiles. Yo... ¡lo prometo!

Estaba perdiendo la paciencia, y es que eso en Carol era mucho más fácil de lo recomendable. De muchas situaciones había sido partícipe como para dejarse llevar por la apariencia del individuo frente a ella.

¿Era un alien? ¿Un mutante? ¿Algún tipo de monstruo, quizás, transformado en lo que parecía un pequeño cabrito parlante? Fuese lo que fuese, le producía tanta desconfianza que no podía sentir remordimiento -ni placer, claro está- por provocar aquellas temblorosas reacciones en el pequeño, al posar su fúrica mirada en él.

—¿Para qué me has traído aquí? ¿QUÉ quieres? —Repitió, notablemente afectada por la incertidumbre.

Las palabras helaron su sangre, y su pequeño cuerpo comenzó a temblar mientras retrocedía un paso. Las flores amarillas con que jugaba cayeron, desparramando sus vivaces pétalos junto a sus pies.

"Siempre has sido un llorón, Asriel. " Recordó las palabras de su mejor amigo, y contuvo las lágrimas a duras penas, solo para convencerse de que aquello no era cierto.

Pero era cierto, y las verdades lastimaban más que cualquier cosa.

—Ho-howdy...—su voz trémula apenas se oyó, y el pequeño príncipe estaba seguro de que no logró alcanzarla. —Mi nombre es Asriel. —agregó inseguro. Dichas estas palabras tragó saliva, y se armó de valor recogiendo las pocas flores que no habían muerto al caer. —Lo siento si le asusté... d-digo... solo quería saber si todo estaba bien, y...

Hizo una pausa, y más preocupado que asustado, repitió.

— ¿Lo está...?

Pues su buen corazón era mucho más fuerte que cualquier temor.

Su llegada allí había sido tan repentina como confusa. Muchas teorías cruzaban su cabeza, la más probable era un viaje dimensional provocado por algún ente ajeno... ¿Pero quién?

Se volvió tensa al pequeño animal que recién le había hablado... ¿Era él quien la había traído?

—¿Quién eres, y qué quieres? —Cual animal enjaulado, Carol gruñó aquellas palabras, enfrentando a la criatura con porte de plomo y una mirada únicamente amenazadora.