Esa noche en el club 7Sins una nueva llamada a la Orden del Rubí Rojo había sido realizada, la líder de esta Siobhan había sido convocada para un nuevo favor y misión de la mano de aquel diablo llamado Asmodeo, el mismo que sin duda ahora era socio de esta, lo cual era bastante interesante por diversos motivos que pronto le explicaría a la fémina. Estaba en el salón VIP, la sala del Orgullo, esperando a aquella que había convocado para negociar.
Extrajo su teléfono móvil e inició la aplicación para navegar entre los mapas. No había más referencias, pero le causó cierta satisfacción saber que tenía un punto de partida, limitado por las líneas que dibujaban el país en cuestión en su teléfono. Además de ello, los nobles en estos tiempos eran contados. Afortunadamente solían ser pomposos, y los lujos de los cuales gozaban desconsideradamente los delataban a donde quiera que iban. Era suficiente para comenzar.
Tomó la caja y finalmente observó el anillo. Ese objeto ahora pasaba a tener un diferente significado, era el sello de su alianza con ese individuo, que si bien no era su igual en capacidades, estaban más unidos de lo esperado.
- Tomaré la tarea tan en serio que planearé cada detalle personalmente. No tengas duda de ello.
— Sé sobre su potencial, puedo olerlo . . . Pero no es algo sobre lo que yo tenga mano esta vez; os dejaré y al destino que jueguen esa carta. Los comodines son más útiles de lo esperado.
La palabra comodín podría resultar ofensiva, pero ella era una estratega así como él, en este caso significaba un as bajo la manga, un inesperado giro, o una carta que parecía inofensiva pero al descubrir su verdadero uso se volvía bastante útil. El pelinegro sonrió con malicia, posando sus ojos en los de ella, susurrando con serenidad.
— La última vez que pude percibir la esencia de la capa fue en Austria, aparentemente en la propiedad de un noble, por ende Siobhan. Espero podáis hacer vuestra magia . . . Si hago esto personalmente no podré ocuparme de algo sumamente importante y, sabrán que voy a por ellos.
Escuchó todas sus palabras en silencio, la vista fija en la pequeña cajita. Aunque se esforzó por no mostrar ninguna expresión ante esa aplastante verdad, los hombros se le sentaron, y todo su cuerpo parecía quieto como una estatua. Era aterrador el alcance de poder que tenía ese hombre, hasta dónde iban sus garras y todo lo que seguía ignorando de él. Soltó el aire de sus pulmones para calmar su cuerpo.
- Vaya, y yo que pensé que cuando me diesen un anillo sería de una forma más romántica.
Un anillo... De su asistente, sí. Oh no ... Carter. Su rostro palideció de una forma nunca antes vista. Era auténtico miedo lo que estaba reflejado en su rostro.
[center]Olvidé añadir que ese anillo era de vuestro bisabuelo; a quien le fue heredado por su antecesor, cosa que se ha repetido una y otra vez desde antaño.
En otras palabras, nuestro contrato solo fue una . . . formalidad; siempre he estado presente con vuestras familias.
Dijo de modo tranquilo y simple, aquello sabía que era una prueba de fuego, una tentación, si Siobhan tocaba la capa, si Carter tocaba la capa, y el usuario anterior moría, sería de alguno de ellos. Era por supuesto una misión tanto como una prueba de honor y lealtad, fue en ese momento que el varón se acercó a uno de los estantes de aquella biblioteca sacando una pequeña caja y poniéndola sobre la mesa, la cual tenía un anillo.
— Con este anillo; Siobhan, podéis convocar mi nombre una vez que encontréis vuestros objetivos, pero también tiene 10 usos de un hechizo protector que podéis utilizar con la palabras: Diavolo.
Una vez que encontréis el objeto, o claro al culpable, me llamaréis y yo personalmente recogeré el objeto.
Y por supuesto pensó; el alma de quien se atreviese a portarlo.
Puso total atención a la información. Observó de abajo hacia arriba el objeto, y sus cualidades le parecieron tan impresionantes que permaneció ligeramente boquiabierta unos instantes.
Poniéndose de pie caminó alrededor de la ilustración esperando apreciar más detalles, escuchándolo. Contó las estrellas, notó la forma de la tela y se imaginó cómo se sentiría entre sus dedos la tela.
Ante la última advertencia miró al varón con intriga.
(..) en medio de la mesa y frente a los ojos de ambos se creó una especie de holograma, de una capa absolutamente hermosa, su tela era como la tela de una galaxia misma, con estrellas rojas, nueve para ser exactos, y así mismo, el varón susurró.
— Ese es nuestro primer objetivo, El Abrazo de Baator, una de mis reliquias. Tiene ciertas capacidades defensivas y entre otras cosas logra hacer que el usuario se teleporte casi a cualquier plano . . . En otras palabras hay que encontrarla antes de que quien la tenga descubra esto último.
Y claro, una vez que sea localizada nadie debe tocarla o . . . Solo la muerte hará que sean capaz de soltar el objeto.
— Si tiene tanto odio y la influencia de Mephisto, podría ser una reunión interesante, ¿Y quién sabe? Hasta un reto para mi persona; estoy seguro de que podréis traerle para ver qué ofrece, y claro ver dónde se encuentra su cabeza.
Mephisto era el Lord de las Llamas Infernales, y también aquel que más envidia le tiene a Asmodeo, siendo su hermano menor, y uno que siempre ha deseado tener regla por sobre los 9 Infiernos siempre ha existido una rivalidad entre ambos, o mejor dicho de parte de Mephisto, pues Asmodeo sabe manipularle bastante bien. Sin embargo con respecto al otro tema, dio un par de golpes de aquel largo báculo y entonces fue como si aquella habitación quedase detenida en el tiempo.
Todo se veía de color rojo, pero inclusive las cortinas que se movían con el viento se quedaron tiesas, y en ese instante (...)
Recargó la cabeza en el sofá, y permaneció unos instantes mirando el techo. Se sorprendió a si misma meditando esa respuesta, pero luego volvió a mirarlo.
- Las probabilidades indican que ahora es controlable. Y que está de nuestro lado. Sin embargo sospecho que ella tiene algo más, que puede bien ser muy fuerte ... O peligrosa. Arreglaré una entrevista si lo deseas, aunque no puedo asegurar que le agrade.
Y entonces miró ese bastón, y por segundos dejó de respirar, de parpadear. Su cerebro dejó de pensar, y la visión reemplazada por un instante, un flash de un lugar en el cual nunca había estado, un momento que nunca había vivido. Oh no, el cansancio y el exceso de trabajo estaban volviéndola loca. Se retiró las gafas y talló sus ojos con una mano, buscando borrar esa extraña sensación.
