El guardaespaldas que le había dado la bienvenida a Siohban se detuvo ante una puerta que habría abierto, que pasaba por detrás de aquel edificio y sin duda le permitía un vistazo a ambos Siobhan y Carter de aquel hermoso club lleno de excesos. Luces neones por todas partes, siete habitaciones temáticas de cada uno de los pecados, y claro en el balcón se notaba la figura de su dueño cual silueta. Carter fue detenido, y entonces una chica con aspecto frágil y frío se acercó a la fémina de pálidos cabellos susurrando. —Solo uno puede entrar.
-Había una enorme ventaja en esa forma de actuar a distancia. Era como un videojuego a control remoto, efectivo y seguro. Cuánto envidiaba a sus clientes, a esas maravillas que podían hacer y los resultados que estaban en sus manos, quizás contrataría a algunos seres de ese tipo a la próxima, al diablo con las tradiciones de sus antepasados. El diagnóstico que insinuaba la posibilidad de algo más hizo ruido en su mente. La dejó pensando, después abrió sus ojos y se puso de pie instantáneamente, lista para objetar el asesinato, pero ya había sido demasiado tarde. El cliente había desaparecido, junto con sus problemas... Y con el control de la situación.- ¿Pero qué ...? Oh... No puedo creerlo. -Era más recomendable tomar asiento de nuevo, y así lo hizo.-
