miembro de los Sternritter el grupo élite del Wandenreich
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A1540942 · F
Esbozó una gran sonrisa, reflejaba tal vez a una mujer contenta... O interesada en la presencia de alguien con tal magnitud de poder. Se acercó a él hasta quedar a escasos centímetros y comenzó a escudriñarlo, buscando detalles. No le importaba acecharlo; ni si quiera sabía el significado de esa palabra. Normalmente la privacidad no existía para ella, creía que eran cosas naturales por eso no se preocupó en disculparse cuando tocó la comisura labial del joven.
Sintió con sus fríos dedos los carnosos labios del chico y luego soltó una gran risa. —¡Hahahaa! ¡Onii-chan tienes una boca muy rara! —Exclamó divertida, llevando las manos hacia su delgado vientre descubierto sintiendo como se tenía que flexionar por las contracciones que le daban por la jocosidad. Luego de unos instantes cesó. Incluso se le salió una lagrima traicionera.
—Gomen, gomen. ¡Es que te vez muy gracioso! —luego adquirió un semblante más frío y sombrío, cómo si la joven risueña jamás hubiese existido; ahora le remplazaba otra entidad. Una más seria, bastante ominosa para una mujer de su tamaño y complexión. —¿Qué haces aquí? ¿No destruirás nada? ¿Eres buena persona? —cuestionó sin temor, miraba con esos tan profundos y sin fin, al caballero que se encontraba frente a ella. —No tienes que ocultar nada, puedo sentir tu poder. —acotó sin tapujos mientras la pequeña hechicera dejaba con precaución su pesada bolsa en el suelo, levantando una ola de polvo con su acción hundiéndose en la arena. Era evidente que el peso rebasaba los 100 kilogramos pero parecía que a ella eso no le inmutaba al contrario seguía firme esperando la respuesta de su contrario.
Sintió con sus fríos dedos los carnosos labios del chico y luego soltó una gran risa. —¡Hahahaa! ¡Onii-chan tienes una boca muy rara! —Exclamó divertida, llevando las manos hacia su delgado vientre descubierto sintiendo como se tenía que flexionar por las contracciones que le daban por la jocosidad. Luego de unos instantes cesó. Incluso se le salió una lagrima traicionera.
—Gomen, gomen. ¡Es que te vez muy gracioso! —luego adquirió un semblante más frío y sombrío, cómo si la joven risueña jamás hubiese existido; ahora le remplazaba otra entidad. Una más seria, bastante ominosa para una mujer de su tamaño y complexión. —¿Qué haces aquí? ¿No destruirás nada? ¿Eres buena persona? —cuestionó sin temor, miraba con esos tan profundos y sin fin, al caballero que se encontraba frente a ella. —No tienes que ocultar nada, puedo sentir tu poder. —acotó sin tapujos mientras la pequeña hechicera dejaba con precaución su pesada bolsa en el suelo, levantando una ola de polvo con su acción hundiéndose en la arena. Era evidente que el peso rebasaba los 100 kilogramos pero parecía que a ella eso no le inmutaba al contrario seguía firme esperando la respuesta de su contrario.