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AsarrRhage · M
Rázaðor, que no apartó los centellantes ojos celestes de la mirada ajena, ojos ensombrecidos por una inquietante sagacidad, como si leyese y escudriñase los pensamientos. A sus prestos oídos, llegó la mención de «Su padre»; el enaltecido Allföðr, y en un burdo parpadear, esquivó de golpe su mirar hacia un costado, tensando sus facciones en el esbozo de una postiza sonrisa fingida, sin disfrazar de dicha o gozo alguno el irrebatible incordio que le imperó.
Como podría aquél rey, olvidar la felonía de su padre a la mujer que le parió y murió en consecuencia. Un dolor que no olvidará, pero no le oscurecerá el corazón; más de sabiduría le favoreció. Al termino de escucharle; aún con su mirar esquivo, obsequió en la siniestra femenil, aquél odre del que bebía.—: ¿Por qué deseas impresionar a los dioses? —preguntó, dedicando una mirada sesgada; sin perfilar el rostro en su dirección—, A ellos no les importamos, sólo son avaros de sus propios caprichos y designios.
Como podría aquél rey, olvidar la felonía de su padre a la mujer que le parió y murió en consecuencia. Un dolor que no olvidará, pero no le oscurecerá el corazón; más de sabiduría le favoreció. Al termino de escucharle; aún con su mirar esquivo, obsequió en la siniestra femenil, aquél odre del que bebía.—: ¿Por qué deseas impresionar a los dioses? —preguntó, dedicando una mirada sesgada; sin perfilar el rostro en su dirección—, A ellos no les importamos, sólo son avaros de sus propios caprichos y designios.
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