—la brisa de aquél viento que empujaba los navíos; de marinos olores, sacudía la profusa pero robusta piel del abrigo que vestía sobre sus hombros, además de mecerse en sus áureos cabellos desmelenados, que refulgían al sol cuán metales al fuego.

Rázaðor, que no apartó los centellantes ojos celestes de la mirada ajena, ojos ensombrecidos por una inquietante sagacidad, como si leyese y escudriñase los pensamientos. A sus prestos oídos, llegó la mención de «Su padre»; el enaltecido Allföðr, y en un burdo parpadear, esquivó de golpe su mirar hacia un costado, tensando sus facciones en el esbozo de una postiza sonrisa fingida, sin disfrazar de dicha o gozo alguno el irrebatible incordio que le imperó.

Como podría aquél rey, olvidar la felonía de su padre a la mujer que le parió y murió en consecuencia. Un dolor que no olvidará, pero no le oscurecerá el corazón; más de sabiduría le favoreció. Al termino de escucharle; aún con su mirar esquivo, obsequió en la siniestra femenil, aquél odre del que bebía.—: ¿Por qué deseas impresionar a los dioses? —preguntó, dedicando una mirada sesgada; sin perfilar el rostro en su dirección—, A ellos no les importamos, sólo son avaros de sus propios caprichos y designios.

— Si fuera más flexible no tendría su respeto y lo sabes. — Respondió con un tono casi sarcástico, algo totalmente normal en ella pues casi venía impreso en su ADN; aún así sus labios acusaron una media sonrisa al tiempo que veía de reojo como el hijo de Óðinn bebía para después centrar su mirada en el mar. — Como sea... La verdad es que tú padre es mucho más difícil de impresionar que ellos y, al final, es al único que quiero llegar a alcanzar con mis actos. — Los dedos de su diestra, tan femeninos y a la vez tan lastimados merced a las batallas, se aferraron a la madera del barco vikingo pero su izquierda encontró mejor ocupación al ser estirada hasta él, como un pedido silencioso por un trago de aquel néctar. — De todos modos tú con tantos títulos no es algo que puedas comprender ahora. Ya recorriste el camino árido.

—: Soy tan simple como luzco; Nehalaennia, hija de "Lengua platino", o en intenciones. —hizo una pausa, aquél hombre locuaz pero pícaro.— Diría yo. Después de todo... ¿Cómo podríamos cundir simplezas, con un —observó de soslayo, pese al poco tapujo, aunque aún dubitativo de ser escuchado. Disfrazando con prudencia, la culminación de sus palabras.— "alto linaje" como el nuestro?... Más ellos, son hombres de simples gustos... & corazón animoso.—dijo espontáneo y elocuente, con sus ojos celestes sembrados en los ajenos; garbo pero curioso.— Escuché decir que tu mirada era, para ellos, como una fría punzada en su pecho... Quizás debas probar ser más flexible. (?) —bebiendo así, un largo sorbo del odre de aguamiel, que llevaba consigo en sus incursiones. Sin despegarle la vista.

Pero tú, hijo de Óðinn, no eres simplemente un hombre, ¿cierto? Y aún así conseguiste impresionar sus inquisitivos corazones. Admito que estoy un poco celosa, yo no la he tenido fácil con ellos.