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AsLeer · M
caderas seguían danzando entre sus piernas pero, ¿el jurado me creería eso? Por supuesto que no. Recuerdo su sonrisa al notar que me gustaban esos juegos y, después, su mirada de confusión cuando no la solté después de que dijo que no podía respirar. ¡Quise hacerlo, lo juro! Mi cuerpo ya no era mío, no me pertenecía, tuve la sensación de estar soñando y así me lo expliqué a mí mismo: era una pesadilla, un sueño erótico que se transformó en algo terrible. ¿No es eso lo que las madres les dicen a los hijos para que no se toquen indebidamente?
Ella luchó para sobrevivir y me molestó tanto cuando por sus movimientos me obligó a salir de su interior, que apreté aún más para que se calmara. Después volví a mi labor hasta culminar con mi deseo e inundar su interior; para cuando acabé –o ese otro yo acabó– ella había dejado de moverse y su mirada había perdido el brillo. Ahora no se parecía a ella. Ahora ya no era como la recordaba. [...]
Ella luchó para sobrevivir y me molestó tanto cuando por sus movimientos me obligó a salir de su interior, que apreté aún más para que se calmara. Después volví a mi labor hasta culminar con mi deseo e inundar su interior; para cuando acabé –o ese otro yo acabó– ella había dejado de moverse y su mirada había perdido el brillo. Ahora no se parecía a ella. Ahora ya no era como la recordaba. [...]
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