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H1576413 · F
¿De qué manera podría describir las mil sensaciones que florecieron internamente cuando los labios de Avicus hicieron presión sobre los suyos? Nunca le había sucedido nada igual, ni con los anteriores mortales a quienes dedicó años de cuidado. Avicus era el primer hombre en la tierra capaz de enloquecer a un ángel en todo sentido, y deseó hacérselo saber por medio del lento roce. No obstante, una pequeña sonrisilla, acompañada de una breve risa, se entrometió en la muestra de afecto, pausándola repentinamente.

Helena se apartó unos centímetros apenas, los suficientes para aún distinguir la respiración del varón.

— ¿Te he interrumpido? Lo lamento. Solo quise venir y saber si estabas bien... Debo cuidarte en el día y en la noche — Una pequeña mentira piadosa que pasó como excusa para sus intenciones reales, que se resumían a estar cerca de él.
 
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