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H1576413 · F
Chocolate caliente, brisa cálida colándose por la ventana, pan tostado con mermelada de fresa y sonrisas que iluminaban el comedor, así eran las mañanas de Helena poco tiempo después de haberse habituado al hogar de Avicus. Todas las noches esperaba a que su nuevo encargo se quedase dormido para ella ir a descansar (aunque no lo necesitaba realmente, pero fingir que sí le parecía divertido) y aguardar por un cariñoso amanecer.
Se había hecho a la idea de que sus días correrían con la misma rutina, que cuidar de Avicus sería una de las mejores experiencias a lo largo de su “carrera” con los humanos y que, seguramente, regresaría al cielo antes de lo esperado.
Pero esa mañana en particular sintió a Avicus distante. ¿Estaría enfermo? Justo antes de verlo cerrar los párpados se aseguró de tocarle la frente con la mano, comprobando así que no tuviese fiebre; ella misma se encargó de cobijarlo. ¿Qué andaba mal entonces? (...)
Se había hecho a la idea de que sus días correrían con la misma rutina, que cuidar de Avicus sería una de las mejores experiencias a lo largo de su “carrera” con los humanos y que, seguramente, regresaría al cielo antes de lo esperado.
Pero esa mañana en particular sintió a Avicus distante. ¿Estaría enfermo? Justo antes de verlo cerrar los párpados se aseguró de tocarle la frente con la mano, comprobando así que no tuviese fiebre; ella misma se encargó de cobijarlo. ¿Qué andaba mal entonces? (...)
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