A veces Avicus era tan extraño. Si no lo conociera un poco más, diría que se quería comer al gato de su vecina. Suspiró, colocando las manos sobre sus caderas. —Sí. Golpearte, más bien. —Sacudió su mano, desechando la idea, antes de acercarse hasta él y aprovechar el espacio entreabierto de su chaqueta para meterse en éste, escondiéndose dentro de la prenda. —Pero qué frío hace.

Observó ir a aquel gato con cierta molestia, le había costado trabajo atraparlo. —¿Por qué lo preguntas?, ¿quieres darme un regaño o algo? —se sacudió la ropa para retirar cualquier pelo del animal y asintió, respondiendo a la vez a la pregunta de Katara.

Tomó al pequeño animal, rescatándolo de los dedos larguiruchos de Avicus. Éste rezongó, antes de escaparse de sus manos. Soltó un suspiro, girándose a mirarlo. — Fuera del trabajo seguimos siendo amigos, ¿verdad?

—Y por eso lo sigo haciendo. ¿De qué hablas? Es mía.

—¿Si te das cuenta que no me(le) gusta que lo andes besuqueando? Devuélveme mi chaqueta, por favor.