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As1571691 · M
—No hay ni rastro de ellos, señor. Quizás haya sido un oso. — Desde la línea defensiva se oyeron gritos de descrédito, y de alivio. —¿Un oso has dicho? —exclamó Ares, cuando estalló una risa generalizada. —Sí, señor — fue la respuesta azorada. — Estaba convencido de que era un guerrero, por eso di la voz de alarma, pero cuando todo el mundo ha empezado a gritar, se ha ido como un rayo por entre la maleza, como una roca colina abajo. Es imposible que fuera un hombre, señor. —— ¡Maldito imbécil! — dijo Ares. Se oyeron más risas. — Permanezcan en sus posiciones — ordenó.
As1571691 · M
— ¡Alarma! — Bramó una voz a su izquierda. — ¡Den la voz de alarma! — Un legionario se quedó petrificado y entonces miró a su compañero, que había vuelto la cabeza en dirección al grito, éste ya había soltado el hacha y cogido el escudo. El soldado le imitó. No había tiempo de retirar la funda de cuero, que pesaba mucho por culpa de la lluvia que había absorbido. Desenvainaron las espadas; Ares se acercó con sigilo al lado de su contubernium. Otros legionarios se apiñaron en una hilera bien formada. Ares hizo sonar alzó su imponente voz para llamar la atención. — ¡Eh, tú, el de la malla oxidada! — Bramó. — ¿Qué está pasando? ¿Dónde están los no muertos? — Se produjo una pausa momentánea antes de que el centinela al que se había dirigido respondiera.
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