Se inclinó a ver el documento que Ares le mostraba, claramente las sorpresas no cesaban y era humillante tener que enterarse de esas cosas de esta manera. La princesa no soportaba a los dioses petulantes como el que tenía frente a ella, pero las constantes riñas con su padre la habían entrenado a mantener la cabeza fría al escuchar a los demás. Soltó un suspiro exasperado maldiciendo el momento en que a su madre se le ocurrió la brillante idea de la guerra.

— De acuerdo, mi madre no puede seguir. Estoy dispuesta a cooperar en lo que tengas en mente, dejando claro que mi interés es el inframundo y mantener a mis padres a salvo. ¿Qué tengo que hacer? —No podría pedirle a Ares una garantía para confiar en él pero tampoco tenía muchas opciones.

Giro los ojos — Es fácil para todos ustedes querer solucionar esto a su manera cuando no es tu hogar o tu familia la que está involucrada. Yo sé que mi madre debe caer para que todo regrese a la normalidad. —se detuvo para dejar de seguirlo, asintió a su comentario encogiéndose de hombros. — ¿No fuiste tú quien invadiría el Inframundo por sentimentalismos? Ares, ser del Inframundo no es sinónimo de carecer de ellos, sobre todo si soy la diosa de la muerte bendita.

Enarcó una ceja ante su pregunta, cruzándose de brazos.— ¿Sabes que estás hablando de mis padres? No quisiera tener que elegir, yo quisiera que todo volviera a ser como antes, mi padre siendo el rey como siempre ha sido y que mi madre sea reina, que jamás hubiera liberado a los Titanes. —hizo una mueca. — Quiero recuperar el Inframundo.