Intentaba mantenerse tranquila, aunque, raro que ocurriera, sus instintos depredadores despertaban, deseaba desplumar a esa ave con sus garras y colmillos, y quizás comérsela lenta y dolorosamente. Más decidió ocultar sus homicidas pensamientos detrás de una sonrisa amable.

—Eso no significa que no podamos estar en paz. Tampoco te agrado, pero servimos al mismo amo.— Dejó su libro sobre las piernas, abierto. —¿Sabes que los lobos tenemos excelente vista y oído? Nos sirve para cazar, aunque yo nunca aprendí a hacerlo, pero mis sentidos funcionan como los de cualquiera de mi especie, si prefieres verlo así, los enfoco a distintos propósitos.— Sus orejas se movieron ligeramente. —Si vamos a intentar ser amigas, agradecería que dejaras de espiarme.